El mundo, y México en particular, atraviesa por una crisis hídrica que pone en riesgo el abastecimiento de AGUA LIMPIA. Las causas son diversas: el cambio climático, el crecimiento poblacional, la contaminación industrial, la falta de políticas públicas eficientes, presupuestos gubernamentales insuficientes y falta de desarrollo en infraestructura.

Hace dos años, el Banco Mundial manifestó que “para cumplir con los objetivos del sector, en términos de acceso a agua de buena calidad, saneamiento y alcantarillado, México requiere destinar anualmente 85 mil millones de pesos durante diez años continuos”. Probablemente en atención a dicho señalamiento, en 2023 para la Conagua se aprobó un presupuesto de 93 mil millones de pesos, superior en un 67 por ciento al de 2022. Sin embargo, al parecer el Ejecutivo Federal quedó satisfecho con ese único aumento presupuestal de su administración, porque para el 2024 quiere disminuir los recursos en 5 mil 500 millones. A este ritmo, el promedio anual de inversión en el sector hídrico de 2019 a 2024 no alcanzará los niveles de 2014 y 2015, a lo que se deben agregar los niveles anuales de inflación.

En lo personal y como legisladora quiero sumarme a muchas voces y poner luz de alarma sobre las consecuencias sociales y económicas por la falta de agua: amenazas a la seguridad alimentaria, la nutrición, la salud y el desarrollo económico, entre otras.

Sin duda, el tema del agua es caro (infraestructura, tecnologías más eficientes, tecnificación del campo que consume el 70 por ciento, corregir fugas en áreas urbanas, así como el pago justo del usuario por su suministro), pero visto como problema de supervivencia, se vuelve barato.

Desde el Congreso quiero hacer conciencia y ayudar a comprender que esta crisis mundial y de México puede costar la vida de millones de seres humanos en el mundo, que cientos de ríos se están secando, que el Canal de Panamá trabaja al 50 por ciento de su capacidad por los bajos niveles de agua, que la Ciudad de México se ha hundido 10 metros, y más.

En 1900 en el planeta éramos mil millones de habitantes y hoy somos más de 8 mil millones; en 1940, en México éramos 20 millones y hoy somos 130 millones; y el agua es más escasa. Aunado a eso, hoy tenemos el cambio climático que nosotros hemos venido provocando y empresas como las cerveceras que explotan sin contemplación alguna este líquido.

¡El agua es vida o muerte! Por mi parte, procuraré legislar para que la Ley de Aguas Nacionales tenga modificaciones a la altura del reto que se nos presenta; para que el Presupuesto de Egresos de la Federación contenga un gasto suficiente para salvar al planeta teniendo agua; para que el pago de la deuda de agua de México con los Estados Unidos, que data de 1848 y se salda con el líquido del río Bravo, sea claro y justo para los mexicanos; y para que se den mayores facilidades a la inversión privada y a la participación social para contar con más inversiones inteligentes en agua limpia y saneamiento y poder salvar este grave problema.

Crisis como esta y otras más no encuentran soluciones en el pasado, sino en el futuro. Por ello, mi propósito de legislar y trabajar con visión de mañana.

Google News

TEMAS RELACIONADOS