¿Se puede medir la felicidad de la vida laboral en la ciudad de México?

Parecería una pregunta extraña, pero curiosamente numerosos expertos han tratado de responderla desde hace varias décadas.

Desde los años 50 se realizaron los primeros estudios sociológicos sobre los factores que, en opinión de un empleado capitalino, contribuyen a atrasar el trabajo y crean un ambiente de infelicidad. Después de revisar varios trabajos de esa década, así como de los años 60 y 70, el veredicto recayó directamente en la figura de lo que se conoce comúnmente como “un mal jefe”.

Hace unas semanas tuve la oportunidad de platicar con la investigadora Blanca Pérez, quien desde hace décadas ha realizado uno de los trabajos más amplios a este respecto, aplicándolo a la ciudad de México.

Considera que, en los últimos 40 años en nuestra urbe, la figura de “el jefe” ha cobrado dimensiones kafkianas, convirtiendo a muchos pequeños cotos de poder en micro regímenes que inciden directamente en el estado de ánimo de un gran número de personas.

Su estudio de campo que abarca desde los años 70 hasta nuestros días indica que los malos jefes generan un retroceso en núcleos clave de productividad, produciendo en cada generación pérdidas sociales, humanas y embotamiento sicológico, que constituyen el principal factor de muchos males contemporáneos.

Un mal jefe, arroja el estudio, es aquel que, por inseguridad, tensa a su equipo con despotismos, es incoherente, confunde prisa con productividad y caprichos con prioridades, es también aquel que no tiene capacidad de autocrítica ni retroalimentación con quienes están a su cargo.

De hecho, concluye, si al mal jefe se le colocara dentro de las tablas con códigos binarios que sirven para crear estadísticas sociales por bloques generacionales, estos representarían algoritmos defectuosos que impiden, duplican, tergiversan y obstaculizan el libre tránsito de datos dentro de un sistema, algo parecido a lo que ocasiona cualquier virus en una computadora.

Curiosamente la misma investigadora señala en uno de sus estudios que el próximo paso para crear dentro de la ciudad de México una sociedad más evolucionada, será crear una vacuna contra el virus llamado mal jefe, y que consistirá en crear sistemas democráticos de calificación en los que todo un equipo, sin temor a represalias, voten por ley a quien está al mando, y en caso de resultar reprobado se le retire instantáneamente.

Afirma que, aunque esto parezca una utopía ya es una realidad desde hace décadas en ciudades como Tokio, donde hay un sofisticado sistema para cesar a los malos jefes, lamentablemente en nuestro país existe un gran atraso en este sentido, siendo el compadrazgo, la corrupción y la intriga el trampolín que coloca a muchos malos elementos en un puesto para el que no están capacitados.

Y curiosamente, el tema fue mencionado hace décadas por el rector Javier Barros Sierra, quien afirmó: “Tener a una cabeza de equipo siempre será parte de la constitución social de las ciudades y las naciones, no obstante es hora de reflexionar sobre la responsabilidad que es tener a otros seres humanos bajo mando y crear el modelo de un buen jefe, alguien que se dirija con respeto hacia su equipo, demuestre estar capacitado, que dé órdenes claras, precisas y respetando las ideas de otros”.

Twitter: @homerobazan40

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