De cara a los acontecimientos recientes en Bolivia, la política exterior mexicana pareciera estar dando un giro novedoso.

En primer lugar, un mayor protagonismo internacional. Antes incluso de que Evo Morales pidiera asilo a México, el canciller Marcelo Ebrard ya se lo había ofrecido. Ese activismo se ve también cuando nuestro gobierno critica abiertamente el papel de la OEA y el vergonzoso silencio de su secretario general, Luis Almagro, ante los sucesos del domingo.

En segundo lugar, nos hemos apartado del sacrosanto principio de no intervención. Eso no tiene que ver con el asilo concedido a Evo. Quienes así lo afirman solo buscan antagonizar por convivir y parecen desconocer todo sobre el derecho de asilo consagrado en las convenciones internacionales y en nuestra propia legislación.

En todo caso, la distancia frente al principio de no intervención radica al denunciar con toda claridad y firmeza el golpe de Estado en Bolivia. Si uno ve el impecable discurso de nuestra embajadora ante la OEA, Luz Elena Baños (shorturl.at/gkBHU), es más que claro que el agua. Ojalá que este avance no quede en una simple anécdota de la actual administración. México tiene todo para ejercer un mayor liderazgo, a pesar de la dificultad que representa mantener equilibrios con Estados Unidos.

La postura de México presentada por la embajadora Baños instó a respetar el orden constitucional y la democracia, celebró la renuncia de Evo Morales como un acto de responsabilidad en aras de pacificar al país y evitar una guerra civil, y dio un paso todavía más allá al expresar una simpatía político-ideológica cuando se refirió a Evo como “un mandatario que trabajó de manera decidida para traer justicia social a su país, sobre todo a las personas más vulnerables y los indígenas”.

En tercer lugar, dejamos por un momento de ser ese país que solo mira al norte y se derriba el mito de un presidente que no ve más al sur de Macuspana. A juzgar por la forma en que hemos actuado en la crisis boliviana, México podría estar tomándose en serio a la región de la cual forma parte.

En cuarto y último lugar, se están construyendo puentes a partir de ideas y valores compartidos dentro del campo progresista o de centro-izquierda. Este mismo fin de semana el subsecretario para América Latina, Maximiliano Reyes, y Efraín Guadarrama, encargado de Organismos y Mecanismos Regionales Americanos de la Cancillería, participaron en Buenos Aires en la reunión del Grupo de Puebla, una nueva articulación que reúne a personalidades relevantes de centro izquierda en la región.

Este grupo, al cual asistí en mi calidad de observador, es un espacio de reflexión e intercambio político en el que participan 32 expresidentes, ministros, y líderes políticos, que buscan articular iniciativas progresistas; recientemente los miembros otorgaron su respaldo a Evo Morales y a su vicepresidente Álvaro García Linera, también hoy entre sus filas.

En estos días el Grupo de Puebla ayudó a que distintos gobiernos europeos reaccionaran frente a lo que estaba ocurriendo en Bolivia, estableció contactos con el Papa y Naciones Unidas, y buscó establecer interlocución con distintos actores políticos en Bolivia, tanto en el gobierno como en la oposición (aunque hasta ahora eso no ha arrojado un resultado satisfactorio).

La relación entre López Obrador y uno de los principales promotores del grupo, Alberto Fernández, ha comenzado a rendir sus frutos, a juzgar por la forma en que ambos líderes se coordinaron para facilitar el viaje de Evo Morales a México (Fernández, en particular, al hacer gestiones con el presidente peruano Martín Vizcarra).

Además de ser una iniciativa útil para que México pueda mirar hacia su propia región, el Grupo de Puebla puede servirnos para aprender de las experiencias de distintos gobiernos de izquierda en Latinoamérica, cuyos vicios no debiéramos repetir, a saber, haber promovido reformas políticas y tributarias, no ser impecables en materia de probidad o no haber enfrentado adecuadamente el cambio tecnológico, por mencionar solo algunos temas que se discutieron en Buenos Aires.

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