La semana pasada, la duquesa de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, fue sumariamente defenestrada del palacio del Supremo, quien además tuvo a bien asestarle su catálogo de visajes agrios y mohines desdeñosos por haber ofendido Su Supremacía democrática.

¿Sufrirá una suerte parecida el duque John Ackerman, consorte de la destituida? Se pensaría que sí, pues además de constituir una linda pareja, encabezan juntos a una subtribu morenista cuyo frenético aspiracionismo sufrió, con ellos, un bajón trepidatorio. Otro indicio claro del supremo desdén es que Ackerman ya no figura ni en la lista de los 10 nobles intelectuales, tan urgida de miembros.

Es una pena. En sus funciones como secretario de Adulación Pública, el duque Ackerman se alzó con algunas de las zalamerías más espectaculares al Supremo, de quien se ostenta consejero: desde que “es un gran científico” a equipararlo con Madero y Gandhi y a concluir que es “un iluminado” y que las mañaneras son la “misa cívica” con que serena su espíritu matutino.

Ser el campeón invicto de la lisonja al Modesto Supremo le redituó prebendas importantes: una meteórica carrera en la farándula que se agregó a su trayectoria como ahorrador de dineros y propiedades, ganados a fuerza de luchar por los pobres y anunciarles el advenimiento de la revolución bolivariana.

Fue tan importante que tenía hasta vocero: Ernesto Villanueva (recientemente ascendido a Príncipe Elector del SNI) inventarió en una columna (“Criptocracia”) que la fortuna de los duques era bien habida: los ingresos de la UNAM (“me confirma John”) son los siguientes: 84 mil pesos netos mensuales en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, mas 40 mil por “aporte económico prorreatado” por dar consultorías y 30 mil por dar conferencias. Al sumar los 40 mil del SNI, el paladín de la “verdadera democracia” ya ameritó 190 mil pesos mensuales que (explica Villanueva) se duplican porque la exduquesa Irma Eréndira recibe otro tanto: 380 mil mensuales que suman 5 millones mancomunados al año. ¿Cómo no iba a tener tierritas el ducado?

Y eso sin contar lo que gana el duque por animar shows en el Canal 11 y en TV UNAM, ni lo que gana como editorialista en el diario La Jornada o como comentarista en RT (la cadena rusa de TV) y en TeleSur (la cadena venezolana), donde suele aparecer para explicarle a los pobres la justicia social y el imperativo de la revolución.

Y tampoco habría que olvidar que su programa (PUEDJS) le cuesta muchos millones a la UNAM (no se sabe cuántos, pues no aparece en el presupuesto oficial, pero suficientes para meter a la nómina hasta a las parientas de la señora exduquesa). Ni que “el Conacyt de la 4T” de su aliada Elena Álvarez-Buylla le asignó 25 millones por ser “Programa Nacional Estratégico”, a diferencia de los miles de científificos y becacarios que no son estratégicos.

Canceladas las aspiraciones del ducado, ¿será también arrojado por la ventana de Copilco tanto esfuerzo igualitario?

El duque Ackerman dedicó sus últimas pataletas a destazar al MoReNa, asumiendo por fin públicamente su militancia en él. La UNAM quizás podrá recordar ahora que su Estatuto General dispone la absoluta libertad académica “pero sin tomar parte en las actividades de grupos de política militante…”

Es obvio por lo pronto que ya no es el superdelegado del Palacio en Copilco. The dream is over. ¿Abrirá la UNAM la ventana? Debería. Hasta Ackerman dice que siempre hay que seguir el ejemplo de El Supremo…