En un reciente “diálogo circular”, que es el nombre oficial de las matutinas peroratas, el Líder Supremo dijo algo interesante. Me perdonarán, pero me interesa en el empleo que hace de la lengua española, y aunque no me interesara, pues el país es caja de resonancia de ese habla y habla y habla.

Hablaba de algo que todos sabemos (es decir, todos los mexicanos): que el pueblo de México es el pueblo más grande de todos los pueblos del mundo, pues es un pueblo consciente y bueno cuya cultura es “inabarcable”, el pueblo que es el “más honesto del mundo” y, por si fuera poco, el inventor de la “familia moderna en México”.

Analizados estos datos, con el rigor científico que lo caracteriza, el Primer y Único Mandatario explicó que antes no era así, pues el pueblo estaba bajo “la nube negra del individualismo”. Los tiempos en que se decía que había que robar pues “se imponía el éxito a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole” y se exaltaba “la idea de triunfar a toda costa sin escrúpulos morales de ninguna índole”.

Suele repetir sus frases, lo sabemos, pero ¿en el mismo párrafo? Un paseo por Internet muestra que ha empleado muchas otras esa frase que obviamente le produce gran deleite soltar: en su discurso de 2010 en el Zócalo, en otro de 2013, en 2019 ante los legisladores de Morena y hasta en su libro “Neoporfirismo hoy como ayer”.

Pero en medio de los resultados de la búsqueda, la frase comenzó a aparecer en otras bocas, y sobre todo en la de otro Gran Líder de otro gran pueblo que al parecer también es el mejor pueblo de la Tierra: la boca del nunca suficientemente alabado comandante Fidel Castro.

La emplea, por ejemplo, en 1965: “Con la sociedad capitalista (…) los honores los recibían los pillos y las mayores honras las recibían los ladrones y los explotadores, de manera que a muchos hijos sus propios padres les decían: ¡No sean bobos! cuando tuvieran una oportunidad de robar y no robaran... Porque se había convertido casi en una ley del hombre aquella de triunfar a toda costa y a cualquier precio, sin escrúpulos morales de ninguna índole.”

A menos que se trate de una peculiar sinapsis que ocurre idéntica en las preclaras mentes de los Grandes Líderes, es legítimo inferir que el joven AMLO leyó ese discurso y le deslumbró con tal fuerza que se le quedó pegado (sólo cambiando “capitalista” por “neoliberal”).

No sólo las frases son idénticas, sino la misma construcción ideológica: el comandante Fidel también creía que el origen del mal es “el egoísmo” al que hay que vencer “con el caudal de energía moral y todo el caudal de bondad y de generosidad que se puede encerrar en el corazón humano, y hacer todo lo que sea necesario para que las mejores virtudes del hombre se desarrollen, y todo lo necesario para que los sentimientos egoístas del hombre desaparezcan”.

Si AMLO cree que hacer el bien es la única recompensa real, Fidel dice que “actuar bien es un profundo deber moral y una recompensa”. Si AMLO cree que “la hipocresía” es la doctrina conservadora, Fidel cree que el mundo está jodido por “la infinita hipocresía de Occidente”. Si AMLO dice que “la felicidad no es el dinero”, Fidel dice que “la felicidad no la hace el dinero”. Si AMLO cree que la felicidad es la familia solidaria, Fidel lo mismo. Si AMLO dice que “la función principal de un buen gobierno es conseguir la felicidad del pueblo”, Fidel dice que su gobierno “trabaja para la felicidad de las familias del pueblo”. Si Fidel dice que “El buen ejemplo es la mejor medida contra la corrupción”, AMLO dice que “El buen ejemplo es lo principal para combatir la corrupción”.

Y así sucesivamente. Es interesante leer discursos de Fidel (bueno, algunos, porque todos exigiría una vida). Hay un sitio web, Fidel: Soldado de las Ideas, que los recoge íntegros: millones y millones de megabytes de sabiduría. En fin, lo comento sólo para quienes estén interesados en enriquecer el árbol genealógico del pensamiento político de nuestro Investido.

En 2010, Fidel declaró que López Obrador había ganado las elecciones “mas el imperio no le permitió asumir el mando” y denunció con él, a “la mafia que se adueñó del país”. Le habría gustado verlo ganar en 2018, pero ya no llegó. A su muerte en 2016, AMLO lo declaró “un luchador social, político, de grandes dimensiones porque supo conducir a su pueblo y alcanzar la verdadera independencia”.

¡Patria o muerte, coincidiremos!

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