Una vez tuve una chamba que disfruté mucho. Una revista institucional, achacosa y fluctuante (gran veterana de las revistas mexicanas, pues nació en 1930), a cargo de un señor que no tenía idea y, por tanto, requería de un ayudante, con poco sueldo y sin nombramiento ni cargo ni nómina ni na.

Era la Revista de la Universidad de México, el año era 1976, y el ayudante era yo, un muchacho de 25 años que, con la debida mezcla de ingenuidad y arrogancia, aspiraba a escritor cuando apenas conocía la O por lo redondo. Me pasé ahí varios años, sirviendo a diferentes paladines de la cultura universitaria, realizando talacha redactora y publicando cualquier cantidad de artículos, traducciones, reseñas y entrevistas (a Álvaro Mutis, a García Márquez…).

Ya no era la revista que había sido durante la década dorada en que la dirigió don Jaime García Terrés. Una secuela de autoridades mediocres la habían convertido en una inercia mecánica, una plasta lujosa que no se distribuía, era carísima de imprimir y paupérrima para pagar. Algunos ejemplares con suerte llenaban salas de espera; los más, acababan en el limbo de las bodegas. El único número que sí circuló, se agotó y hasta se hizo de una breve leyenda, fue un monográfico dedicado al tema “Literatura y pornografía”, que puede encontrarse en línea y que casi casi me costó la chamba.

Pero a lo que voy es a contar que esa revista se imprimía en la Imprenta Madero, la empresa que era de Neus Espresate, Vicente Rojo y Pepe Azorín. Fui muy feliz los años que pasé ahí, en un ambiente formidable de cordialidad que irradiaba de Vicente, una de las personas más transparentemente buenas que he conocido, hacia sus discípulos diseñadores Azul Morris, Germán Montalvo, Rafael López Castro, Bernardo Recamier.

Y amaba la imprenta, el festín olfativo de las tintas y el papel, la rítmica alharaca de los linotipos, las máquinas enormes imprimiendo libros y revistas al ritmo de rumbas y huapangos, las guillotinas ejecutando en masa al papel inocente y, sobre esa bulla, los editores y diseñadores haciendo aún revistas y libros renglón por renglón, con diúrex y cúters…

Arriba, en otra parte del edificio, estaban las oficinas de Ediciones Era. Una especie de cielo sobrio y callado que presidía Neus Espresate con elegancia fresca. Y a veces veía ascender hacia allá a los escritores que iban a recoger pruebas o a firmar contratos: Monterroso y Monsiváis, José Emilio Pacheco y Fernando Benítez. Y yo los miraba pasar, rodeado de galeras, soñando con subir allá algún día…

Lo conseguí muchos años más tarde, cuando le llevé a Neus y a Marcelo Uribe el primero de mis libros sobre Octavio Paz, Poeta con paisaje (2005). Recibió un dictamen positivo de alguien (nunca supe quién, pues desde ahí son profesionales) y fue a dar al escritorio de la escritora Paloma Villegas, a quien tengo por la mejor editora en México. Y luego publicaron otros dos de la misma serie sobre Paz y espero, algún día, entregarles el cuarto y último…

¿Sucederá? La semana pasada Ediciones Era, junto con otras dos importantes editoriales independientes, Sexto Piso y Almadía —que me ha publicado también un par de libros—, hizo públicas las adversidades que derivan de la pandemia: las librerías están cerradas, canceladas la promoción y distribución, los cobradores asedian…

Es una situación súmamente grave.

Así lo cuentan ellas: “La interrupción de la cadena del libro a causa de la pandemia se ha vuelto una amenaza mortal para las más de sesenta familias de quienes participan en la publicación de los libros. Cada título publicado es una participación en el largo intercambio de ideas que conocemos hoy como literatura, una conversación que lleva siglos ocurriendo y gracias a la cual los seres humanos hemos sido capaces de imaginar otros mundos posibles para superar los retos y dificultades que como sociedad se nos han presentado a lo largo de nuestra historia.”

Han lanzado una campaña de donación cuyos detalles deben leerse aquí: https://donadora.org/almadia-era-sextopiso. Ahí mismo puede usted realizar un depósito. Por favor aporte lo que pueda. Ediciones Era lleva 60 años publicando a los mejores escritores (y a algunos aspirantes como yo) y Almadía y Sexto Piso ya se merecen su propia longevidad…

Las editoriales independientes no tienen subsidios ni presupuestos del Estado. Las independientes dependen ahora, para su sobrevivencia, de nosotros los lectores.

Estemos a su altura.

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