Si el presidente visita seis veces Badiraguato, Sinaloa, cuna del cártel de Sinaloa; si ordena capitular a las fuerzas armadas en Culiacán y liberar a un presunto delincuente; si intentan reformar la Ley del Banco de México para lavar dinero; si arman todo un favor diplomático para liberar al general Cienfuegos, secretario de Defensa con Peña Nieto; si cierra la Unidad Antinarcóticos que trabajaba con la DEA estadounidense para perseguir traficantes de droga; si el propio López Obrador afirma que la delincuencia se portó bien en unas elecciones; si niega, sin ningún sustento, que México no produce fentanilo; si una alcaldesa de Morena en Chilpancingo se reúne con un empistolado; si AMLO exculpa velozmente a los traficantes mexicanos del asesinato de un candidato presidencial en Ecuador, y luego se deteriora la relación bilateral; si se revelan múltiples indicios en Deutsche Welle, ProPublica y The New York Times, de dinero ilícito a Morena; si se alardea con la Santa Muerte desde Palacio Nacional; y, para acabar el cuadro Tatiana Clouthier, vocera de la campaña de Sheinbaum, confirma que la economía de Sinaloa la mueve el narcotráfico. ¿Cómo se llamó la obra? ¿Cómo se llama el gobierno? ¿Cómo se llama la campaña que propone un segundo piso de ese escenario de terror?
La complicidad institucional es clara; por la mitad de lo anterior el “candidato” López Obrador ya hubiera prendido una hoguera. ¿No repartieron en la Cámara de Diputados el libro “Los Señores del narco” de Anabel Hernández? ¿Harán lo mismo con “La historia secreta. AMLO y el Cártel de Sinaloa”? El narcotráfico es un fenómeno complejo que conocemos por ese periodismo y el de Diego E. Osorno o Jesús Esquivel; la investigación académica (Luis Astorga, Escalante Gonzalbo) e incluso la cultura, como lo prueba la literatura de Élmer Mendoza que da vida al policía Edgar “El Zurdo” Mendieta, Arturo Pérez Reverte con “La Reina del sur”, o Juan Pablo Villalobos con la sensacional “Fiesta en la madriguera”. ¿Por qué si hay narconarrativas, narcocorridos, narcoseries, no puede haber narcocampañas, ni narcocandidatos?
El narcotráfico produce abundante imaginación (recuerdo una exagerada intervención de un senador norteamericano, que afirmó que los narcotraficantes mexicanos tenían más ganancias que Walmart); sin embargo, no es fantasía el dolor de miles de homicidios (más que en cualquier sexenio), de familias con desaparecidos, extorsión y secuestro. Silenciar a Xóchitl Gálvez a la hora de denunciar las relaciones del narcotráfico y múltiples gobiernos es intentar tapar el sol con un dedo. Es vivir en una fantasía sin literatura. Tapar el espanto con la censura.
Poco importan las declinaciones de Movimiento Ciudadano, PRI o PAN, y sus candidatos, lo verdaderamente extraordinario es verificar la actitud del gobierno y su candidata frente al crimen, porque promete seguir igual. ¿Más abrazos y no balazos para los malhechores? ¿Militarización a tontas y a locas? Si acaso antes se le dio de patadas al avispero ¿ahora se le besa y apapacha? ¿Se toleran sus retenes? ¿Seguirán las humillaciones al soldado? ¿Narcomoches para poner alcaldes y policías? ¿Fingir persecuciones? ¿Soportar el impuesto terrorista? ¿A favor de quién la amnistía presidencial? Con ese poder desde Palacio Nacional para perdonar cualquier crimen, se firmará otra “narcodeclinación”. ¿Narcoamnesia de Claudia a todo lo que hizo AMLO?