¿Quiénes?, ¿por qué a inocentes?, ¿son todos los rusos? Esa es la gran pregunta que se debe hacer la hipócrita cúpula del deporte, sobre todo los funcionarios de la Agencia Mundial Antidopaje ( WADA , por sus siglas en inglés), mismos que expulsaron a todo el deporte de Rusia de las competencias internacionales, las que sean: amateurs, profesionales.
Generalizar, por supuesto que absuelve, y eso es lo que erróneamente aplica la WADA ante el deporte ruso. Argumentar que la manipulación de muestras para los atletas —por parte de los directivos rusos, miembros del ministerio de deportes, pagados por Vladimir Putin— era impuesta, no es más que una muestra de que están aplicando erróneamente el castigo.
Claro que hay dopaje, y no sólo en Rusia, aunque para eso está la WADA: para sancionar a los culpables, no para generalizar y llevarse entre las patas a atletas que no tienen cola que les pisen.
De verdad, ese castigo es incongruente, muy sesgado, para mostrar animadversión a Rusia por parte de la WADA, organismo que solamente pone los ojos donde le conviene, porque cuando la Federación Internacional de Tenis suspendió 24 meses a Maria Sharapova por dopaje, el Tribunal de Arbitraje Deportivo logró que le redujeran a 15 el castigo, pero lo peor fue cuando Serena Williams estaba embarazada y no pudo jugar el US Open de 2017. Por arte de magia, le quitaron el castigo a la rusa. La razón: vender boletos.
Los rusos tampoco podrán ser sede de competencias internacionales, pero las que no afectan a intereses económicos de la cúpula deportiva. Es decir, las competencias que están asignadas a su país —en el periodo de la sanción— deberán ser organizadas por otros, como será el Campeonato Mundial de Voleibol en 2022, la Universiada de verano en 2023 y el Mundial de Lucha 2022. Pero lo que no toca la WADA son partidos de Champions League en Rusia, ni la final, a celebrarse en 2021 en San Petersburgo, y mucho menos se atreve a quitarles los cuatro partidos de la Euro 2020 que se llevarán a cabo en la espectacular Arena de San Petersburgo; mucho menos, el Gran Premio de Fórmula 1 de Sochi; es decir, una amplia y demostrada doble moral del organismo rector del dopaje.
En los Olímpicos de la Juventud Invernales, que serán en enero en Lausana, así como en Tokio 2020, no podrán usar su bandera ni entonar el himno ruso. Se mantiene la suspensión, pero los atletas que prueben que no tuvieron dopaje podrán competir con bandera neutral.
El deporte vive en la inmoralidad. Funcionarios corruptos que compraron la sede de los Mundiales Rusia 2018 y Qatar 2022, y no pasa nada. Algunos están en la cárcel, algunos más castigados de por vida, pero los países sí vieron o verán las ganancias que representa esto. Es decir, cuando les conviene, cuando hay que quemar en leña verde a un país que no concuerda con sus intereses, van con todo, pero a quienes fueron corruptos, los dejan seguir.
Un funcionario o deportista que cometa dopaje debe ser sancionado, pero asegurar que todo un país lo hace, es una reverenda barbaridad.