¿Quién iba a decir que el paro de mujeres del 9M sería tan sólo el preludio: oficinas desocupadas, calles vacías, cafés sin bullicio, salones de belleza desconcertados. Hoy, debido al COVID-19 , la mayoría de las ciudades lucen deshabitadas, en un mundo que parece inhóspito?

Pero, por fortuna —y como bien apunta la célebre y recurrida frase de Antoine de Saint-Exupéry : lo esencial es invisible para los ojos—, en los días más recientes hemos podido ver que las casas todavía se encuentran llenas.

Las redes sociales nos han permitido constatar cómo, en plena parálisis de la incertidumbre, a los seres humanos nos mueve el corazón. Hombres y mujeres han salido de la rigidez de sus muros para asomarse a ventanas y balcones, esos que han convertido en escenarios y teatros guiñol; en clósets sin puerta y espejos transparentes; en karaokes y gimnasios; en portales a una nueva dimensión y, posiblemente, al final de la cuarentena, hasta en vitrinas voyeristas.

Esta pandemia nos ha mostrado verdaderos espectáculos humanos: tenores italianos amenizando el encierro a sus vecinos, millones de españoles que —al anochecer— aplauden a sus médicos a lo largo de toda la península, y un sinfín de actos dignos de nuevos finales cinematográficos.

Sin embargo, no todo es romanticismo en estos tiempos epidémicos. A mucha gente le urge salir a trabajar, porque los menos privilegiados, que son los más, no pueden hacer home office ni pasar un mes meditando o viendo Netflix .

Muchos deportistas, quienes viven de sus hazañas y récords, necesitan también regresar ya a entrenar. Apenas vi el video de Mariana Arceo , una de las primeras mexicanas en ganar su boleto a Tokio , tras 12 intensos años como pentatleta: “No es un meme, no es un juego.

Yo estoy varada en un hotel de España , todo está cerrado, no sé donde conseguiré alimento o qué será de mi futuro. Tomen precauciones en México”. Juan Luis Barrios , a quien apenas anteayer se le frustró el Maratón de Londres —donde trataría de obtener el pase olímpico—, en un post de Instagram le dio prioridad a lo verdaderamente importante: “Es muy difícil para mí, pero nuestra principal obligación es ser responsables”.

Y tiene razón, pues —por más que creamos en el poder de los pensamientos y en la fuerza moral— si alguien nos advierte que hay un tigre suelto en la colonia, lo prudente es resguardarnos.

Colaboremos para volver a esa normalidad que, en momentos como estos, en un día sin todos, nos demuestra que somos capaces de apreciar cuánto añoramos. Que toda la humanidad cante pronto “Héroes”, al unísono.

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