La movilidad en las ciudades de México nos exige acciones inmediatas, pero eso no implica que existan soluciones únicas ni mágicas, tenemos que abrir la discusión con un afán integrador.

Algunos números nos ayudan a enfocar la problemática con la que se enfrenta, por ejemplo la movilidad en la CDMX y su Zona Metropolitana. Inegi en el año 2017, reportó que se realizaron 35 millones de viajes diarios entre semana; que 11.5 millones de ellos fueron en microbuses o combis; 4.5 millones, en Metro; 400 mil en unidades de RTP; 1.6 millones en taxis ; 6.6 millones en auto privado y alrededor de 500 mil en el Metrobús y Mexibús, sumados.

Cómo nos transportamos depende de muchos factores: la planeación de las ciudades; el empleo, los hábitos de las personas, el costo y el tipo de vehículos disponibles. Sobre todos ellos se necesita actuar, aunque usualmente se pone el acento en los aspectos tecnológicos, como la modernización del parque vehicular o las señalizaciones. Mientras que muy poco se hace sobre otros factores como la oferta de vivienda digna y accesible, cercana a los sitios de trabajo; uso de otras modalidades como el trabajo en casa; transporte colectivo de calidad y con seguridad; políticas para que la matrícula en las escuelas dependa del domicilio de los estudiantes ; o formas colectivas y organizadas de transporte, entre otras.

Todas las ciudades del mundo comparten esta misma problemática, pero es mucho más aguda en las metrópolis de los países subdesarrollados, pues se vincula con los temas de energía, salud, seguridad y costo para las personas y el comercio.

La Cepal en 2013, reportó que 20% del consumo mundial de energía es para el transporte, el cual genera 25% de las emisiones de CO2 del planeta y estimó que para 2030, representará hasta 97% del incremento del consumo de petróleo.

La comunidad global está presionando hacia la transición energética. Las energías renovables en diversas modalidades como la fotovoltáica, eólica, biomasa, maremotriz, rescate de energía de residuos urbanos y agropecuarios; y muchas otras fuentes primarias, cada una con ventajas y desventajas, pero el avance es continuo y confirma que la solución no es única sino muy diversa, y al combinarlas, se puede tener soluciones mucho más amigables, sostenibles y económicas.

En las grandes ciudades del mundo se están invirtiendo cuantiosos recursos para poner en “calle” opciones que permitan una mayor eficiencia energética. En este renglón, como en las energías renovables, se intentan las soluciones mediante el uso de vehículos eléctricos; vehículos híbridos (eléctrico y gasolina); vehículos que combustionan gas licuado de petróleo; vehículos convertidos a gas natural vehicular (GNV) o híbridos GNV-gasolina, etc. Pero ¿cuál es la mejor? Hoy lo que estamos haciendo no nos ha permitido avanzar a la velocidad que se requiere: los autos híbridos o eléctricos son muy caros, las baterías tienen mucho peso y son difíciles de disponer (pues son altamente contaminantes), además de que el vehículo no tiene gran autonomía, pero sin duda, abaten las emisiones de contaminantes y de ruido notablemente. En otras Ciudades se está apostando por los vehículos que operan con Gas Natural Vehicular (GNV).

En México por ejemplo, circulan 40 millones de automóviles y de ellos hay 25 mil a GNV.

Colombia en cambio con 12-13 millones de vehículos (56% motocicletas), tiene más de 250 mil a GNV; tan solo en Bogotá con 7 millones de habitantes, circulan 700 autobuses de transporte público a GNV. En la Ciudad de México, en cambio con casi 9 millones de habitantes, RTP tiene solo 85 autobuses a GNV; operan 140 mil taxis a gasolina, alrededor de 30 mil microbuses a gasolina, diesel o gas licuado de petróleo, que son altamente contaminantes.

¿Por qué se ha considerado la electricidad, el hidrógeno y el gas natural como opciones? ¿Cómo decidir cuál de estas tecnologías es la mejor para México? Es necesario analizar el balance energético, eficiencia, uso y costo-beneficio social y ecológico, y con ello calcular las inversiones que son necesarias para alimentar la toma de decisiones. Es claro que hay soluciones disponibles, pero afirmo que la mayoría de ellas serán transitorias antes de que lleguemos a la solución “mas conveniente”, que por cierto, tampoco será la final.

Hablaremos en detalle de cada una de ellas muy pronto, pues las soluciones tampoco deberán ser a capricho.

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