Es un hecho: tenemos que cambiar la forma en la que hoy nos transportamos, sobre todo en nuestras grandes ciudades. En México tenemos decenas zonas metropolitanas y, en todas ellas, la gente tiene problemas enormes para trasladarse a cualquier lugar; a la escuela, al trabajo, a la diversión, al médico, a todos lados. Ya no hay excepciones. Las referencias son: cuál es la ciudad que está menos peor, no cuál está mejor en cuanto a movilidad.

La Ciudad de México, por ejemplo, tiene niveles de congestión vehicular que superan a Londres, a Moscú, Chongqing (China), Yakarta (Indonesia) o a Sevilla en España. El nivel de congestión se define como el exceso de tiempo utilizado por las personas en sus traslados; exceso respecto del tiempo razonable necesario para ese propósito. El nivel de congestión es el tiempo que perdemos pues, en nuestros traslados, el que nos genera llegadas tarde, pérdida de tiempo, castigos en las escuelas a los niños, pérdida del empleo o simplemente descuentos en la raya semanal o en la quincena; el que, además, nos causa dolores de cabeza y sobrecostos diariamente. Esa es la congestión vehicular.

Es claro entonces, que además de muchas otras medidas de políticas de desarrollo urbano, de vivienda y otras más, necesitamos modernizar todas las formas de transporte público, humanizarlo, de manera tal que dejemos de usar y de necesitar los vehículos privados para cada paso que damos, al menos, reducir el uso del auto particular como medio de transporte cotidiano; estoy convencido de que, si eso ocurre, estaremos también aportando para mejorar la calidad del aire y la calidad de vida en nuestras grandes ciudades. Me parece que hay mucho acuerdo en esto.

En la Ciudad de México es precisamente el transporte el que utiliza la mayor cantidad de energía, le siguen los bombeos del sistema de aguas, el alumbrado público y otros servicios. En el año 2010, el 42.5% de la energía que se utilizaba en el Distrito Federal dependía del consumo de combustibles como diesel, gasolinas y GLP, altamente generadores de GEI, monóxidos de carbono, dióxidos de carbono, material particulado, partículas suspendidas. Tan sólo una mínima parte de esa energía provenía de otras fuentes como gas natural o energías renovables, que justamente evitan todas esas emisiones. El transporte público, que es uno de los mayores retos en las ciudades, es también un gran contaminador.

En México hay una discusión que ocupa el tiempo de mucha gente, entre ellos a un gran número de especialistas. Avanzar hacia una política de movilidad que solo permita vehículos eléctricos o híbridos (gasolina y electricidad) en contra del uso del gas natural vehicular. Esta es una falsa disyuntiva. Los vehículos eléctricos, los híbridos electro-gasolina y los de gas natural vehicular, todos forman parte de alternativas de transición, todos. Ninguno de ellos será la solución de largo plazo para la movilidad urbana, aunque algunos de ellos, como los eléctricos, aún tardarán en convertirse en una solución masiva, por su elevado costo y porque aún no se dispone de sistemas de almacenamiento de energía suficientemente funcionales y económicos.

La electro-movilidad es tan antigua como el automóvil mismo; de hecho, los primeros automóviles de finales del siglo XIX fueron eléctricos en el origen, hasta que apareció el señor Diesel con su alternativa de combustible a principios del siglo XX y resolvió las limitantes que representaba el automóvil eléctrico, la corta autonomía de recorrido, debido a la dificultad para almacenar la energía suficiente, sin aumentar el peso del vehículo. Guardadas todas las proporciones, son los mismos problemas que actualmente enfrentan los autos eléctricos. Por ello, desde principios del siglo veinte los que se desarrollaron fueron los medios de transporte eléctricos conectados directamente a una fuente, como los tranvías, trolebuses y el metro; esa sería por cierto la mejor alternativa para sistemas de transporte colectivo como el Metrobús que se ha popularizado en muchas partes del mundo y también en México. En el caso de los automóviles eléctricos de nuestros días, casi todas las armadoras han avanzado tecnológicamente en desarrollar baterías eficientes y de alta capacidad que permiten mayores distancias de recorrido con una sola carga, sin embargo, esto se consigue con costos elevados que se reflejan en el precio de los vehículos; estos, no son elegibles para el transporte popular y de ninguna manera para el transporte público autónomo.

Seguramente en el mediano plazo avanzaremos en esta materia, pero la solución final está lejos. En Europa se estima que llegar a eliminar la fabricación de autos movidos por gasolina tardará todavía unos 40 años o mas.

Los autos híbridos electricidad-gasolina ya son una realidad, pero siguen siendo caros para el transporte público, me refiero a taxis y vehículos de tamaño medio que en México se usan mucho para ese propósito como minibuses, vans y minivans o, inclusive autobuses, que en otros países se comienzan a utilizar en unidades eléctricas. Dije en una entrega anterior, que, en CDMX y la Zona Conurbada, las combis, micros, vans, minivans y taxis juntos realizan casi 15 millones de viajes/persona por día, en tanto que el Metro, Metrobús y Mexibús realizan menos de 7 millones de viajes/persona al día, en la misma zona.

En el corto plazo, los autos eléctricos y los híbridos eléctrico-gasolina, serán una solución para el transporte privado en personas de altos niveles de ingreso; los autos híbridos pueden ser una solución para el transporte público, pero tardará en implantarse, porque afectaría los niveles de las tarifas de ese servicio que, de por sí ya ahora genera grandes inconformidades en la población. Sin embargo, aún suponiendo que los gobiernos estuvieran en condiciones de ofrecer programas de apoyo económico para que los transportistas de pasajeros urbanos se movieran hacia unidades híbridas electricidad-gasolina, esto será de efecto limitado y tomará tiempo, pero cuenta para el futuro, para unidades nuevas que se vayan incorporando al servicio. Y, mientras tanto, ¿qué hacer con las decenas de miles de unidades de transporte público de pasajeros y de carga urbana que en la actualidad circulan en las ciudades? Tan solo en CDMX más de 140 mil taxis, mas de 20 mil microbuses, miles de vehículos tipo combi, van y miniván. Para ellos, hay una alternativa, que consiste en convertirlos en unidades híbridas GNV-Gasolina o GNV-Electricidad; es una solución que garantiza economía, reducción muy considerable de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), elimina la emisión de partículas de azufre, monóxidos y dióxidos de carbono, reduce el ruido de la combustión convencional de los vehículos a diesel y gasolina, no tiene problema con la autonomía de viaje; el GNV cuesta la mitad de lo que cuestan el diesel y la gasolina, para rendimientos equivalentes, por lo que se reduce también el costo de operación de las unidades y se reducen las presiones de los prestadores de los servicios por incrementar las tarifas del transporte. Se beneficia así a los usuarios y a los prestadores de los servicios. Solo se necesita una política pública clara y abierta que promueva la alternativa y facilite la permitología para establecer las estaciones donde se oferte el suministro de la molécula de gas natural vehicular. Las unidades así resultantes, también son unidades híbridas. En el mundo entero, está en marcha este proceso de transición; la apuesta es la diversidad, reconociendo que no hay soluciones únicas. Avancemos.

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