La relación entre nuestro país y los Estados Unidos está ahora transitando una etapa que podemos considerar preocupante por la postura que ha adoptado el licenciado López Obrador.

El problema no es ni por falta de patriotismo, ni que se quiera vulnerar la soberanía, ni que se pretenda ver a nadie como un pelele, parafraseando las expresiones de nuestro Presidente. Todo está motivado por el interés de que se supervise si se está cumpliendo un Tratado comercial que a no dudar ha significado beneficios para México, Tratado que, además, fue aprobado por el Senado de la República en donde la mayoría está conformada por militantes del Partido en el gobierno.

Es necesario que el Señor Presidente este consciente que los tiempos han cambiado. Que, sin vulnerar los principios de la soberanía, señalada históricamente en sus rasgos fundamentales desde hace siglos por el tratadista Jean Bodin, actualmente tienen una concepción diferente.

La globalización mundial, ha implicado el derrumbamiento de fronteras comerciales encaminada esa política a buscar ventajas económicas para los países y con ello, como es obvio entender, para sus habitantes.

Actualmente no es difícil encontrarnos que muchos artículos traen la información de que fueron fabricados en lugares muy distantes, como que nuestros productos también se venden en remotos lugares.

Sin embargo, por encima de esas lejanías geográficas, se encuentra también la posible participación de capitales extranjeros en actividades que antes se consideraban reservadas con exclusividad a inversiones nacionales, como también, la urgencia de que se acuda a la generación de energía por fuentes no contaminantes.

Este hecho, que es de impostergable atención para bien del mismo planeta, ha traído desde otros países, inversiones importantes en México, cuya asistencia ha implicado beneficios para México, y que ahora se enfrentan a situaciones que juzgan discriminatorias en su perjuicio; estas serán motivo del análisis que deberá hacerse al Tratado Comercial suscrito por México con Canadá y los Estados Unidos.

Sin tener los elementos jurídicos para anticipar los resultados de los paneles que se celebrarán, podemos anticipar que debe de haber elementos para que Estados Unidos y Canadá, los estén convocando.

De manera alguna, ni por asomo, me atrevo a pensar que quienes juzguen la conveniencia de que se revise el cumplimiento del mencionado Tratado, puedan ser considerados traidores a la Patria.

Ha dicho el Presidente de la República, que el 16 de septiembre, hará un pronunciamiento o una declaración sobre este tema. Confiemos sea un mensaje de concordia en aras del entendimiento internacional, para que dentro de los tiempos difíciles desde el punto de vista económico que se viven mundialmente, sigamos manteniendo una relación saludable con nuestros vecinos del norte.

No siempre ha habido acuerdos sobre hechos trascendentes entre nosotros y los americanos, pero nuestros presidentes han tenido el talento y sensibilidad para superarlos. López Mateos no accedió a la solicitud de Kennedy de votar por la expulsión de Cuba de la OEA. De la misma manera Echeverría no atendió la petición de Nixon de votar en la ONU, por el no ingreso de la República Popular de China.

Confiemos en que López Obrador deje de ironizar musicalmente un tema tan importante, y proceda como el estadista del que aspiramos a sentirnos orgullosos los mexicanos por la forma en la que maneje las relaciones internacionales, en este caso concreto, con el país más importante del mundo.

Profesor Facultad de Derecho, UNAM

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