Arde Chile, continúan las protestas y cada vez es más evidente que a pesar del Estado de emergencia y el Toque de Queda decretado por el presidente Sebastián Piñera no hay salida. Quienes protestan en las calles perdieron el miedo, “nos quitaron todo, hasta el miedo” se leía en una pancarta que en pocas palabras describe el ánimo social. Las protestas no cesan y algunos dicen que el toque de queda las ha fortalecido, se encienden los ánimos. Todo empezó con el aumento desmedido al pasaje del metro que provocó un estallido social en las calles en respuesta al anuncio brutal y sin sensibilidad del aumento de 30 pesos a los pasajes del Transantiago.

El presidente Piñera se enfrenta a un estallido popular que nada detiene, asustado, sin empatía con la gente, y ahora desesperado. No comprendió la reacción, “si era un simple aumento…” y recurrió a la fuerza: la disolución de protestas con potentes mangueras de agua, con gases lacrimógenos, con golpes, torturas, detenciones arbitrarias… más de 2.000 detenidos, más de 400 heridos, cerca de 200 con armas de fuego, por lo menos 18 muertos… Continuaron los enfrentamientos en las calles, quienes protestan exigen y destruyen. Se enardecen los ánimos cuando quienes suenan las cacerolas chocan con amenazantes Carabineros y el Ejército. Un grupo de infiltrados se organizó para destruir simultáneamente cinco estaciones del Metro. La represión militar abre viejas heridas revive oscuros recuerdos de la represión pinochetista.

La noche del martes, el presidente en cadena nacional se vio obligado a asumir su responsabilidad, pidió perdón y anunció reformas sociales a la salud, a las pensiones, salario mínimo, tarifa eléctrica, reducción de los sueldos de congresistas, un plan de reconstrucción de infraestructura y reasignación de gasto público. Pero la sociedad con partidos desgastados y sin organización, demandó la renuncia de Piñera. Mientras continuó el acoso armado contra civiles. Nada cambió y se continuaron difundiendo imágenes de agresión a civiles incluso con armas de fuego por parte de policías y militares.

Los tanques en las calles y la represión no pueden sino recordar a no pocos chilenos el golpe de Estado de Pinochet y los años de la dictadura. Pero el horror ya no amedrenta, sino enciende los ánimos. La crisis del modelo económico neoliberal que tantos años se sostuvo en Chile ha dejado una enorme secuela de desigualdad económica que golpea fuertemente a los más pobres, pero también a la mayoría de la clase media, se añaden muchas injusticias sociales lo mismo en la educación que en la salud, la falta de oportunidades, la precariedad e insuficiencia de las pensiones. Parece derrumbarse el modelo económico, prototipo del neoliberalismo, que nació en los años de la dictadura y que por largo tiempo se consideró ejemplar para América Latina.

El presidente Piñera, confundido, pidió perdón sin encontrar la salida. La violencia de las protestas se dirigió contra los establecimientos comerciales, se generalizaron los saqueos, los periódicos de mayor circulación describían el caos todos los días, circularon las imágenes en las televisoras, llenaron espacios en los diarios impresos. La destrucción es del tamaño del descontento social. En menos de 48 horas el estallido social se había extendido desde Santiago hacia el norte y sur de ese largo país. Los sindicatos llamaron a un paro laboral de 48 horas.

Piñera recurrió de nueva cuenta a la fuerza para aplastar las protestas mediante el Estado de Excepción y el Toque de Queda, endurece la represión. Arde Chile la crisis es profunda ¿se derrumban instituciones y sistema económico, así como los acuerdos políticos entre todos los partidos para gobernar Chile?

Hace unas semanas Ecuador enfrentaba otra crisis de la que no se recupera. Dicen que en política lo que parece, es. Son tiempos de cambios.



Periodista, analista Internacional

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