En 1776 el musicólogo e historiador Friedrich W. Marpug publicó su Ensayo sobre la temperatura musical, en cual, intentó comprender las diversas tonalidades que hacían referencia a la naturaleza, la tristeza, la melancolía o la esperanza. Es decir, la manera en cómo la música adquiría diferentes temperaturas. En política como en la música, la temperatura importa.

La noche del martes 30 de agosto del 2016 la oficina de la presidencia de México anunciaba que el candidato republicano Donald J. Trump visitaría México el día siguiente para mantener un encuentro privado con el presidente Enrique Peña Nieto en la residencia presidencial de Los Pinos, en la Ciudad de México.

La noticia pronto recorrió las noticias televisivas, el anuncio se volvía viral en las redes sociales acompañado de reacciones a botepronto e inundaba las editoriales de la mayoría de los periódicos nacionales y algunos internacionales. El diario estadounidense The New York Times cabeceaba en su primara plana, “Tras un año de burlarse de México, Donald Trump visita hoy el país”. Mucha tinta fue dedicada a aquel encuentro que fue catalogado de ser servil, irresponsable, torpe, irracional e indigno. La reacción -natural a mi parecer-, se daba ante el encuentro entre el presidente con la popularidad más baja del último cuarto de siglo, Enrique Peña Nieto, con el candidato que se había dedicado a denostar y vapulear a México y hacía gala de su ignorancia y pedestre forma de conducirse ante los ojos del mundo entero que estaban puestos en la contienda electoral.

La condena sobre el encuentro no solo se hizo evidente en la opinión pública y la usual comentocracia, incluso cayó bastante mal interior del gabinete presidencial y de algunos sectores importantes del priismo. Luis Videgaray fue señalado como el artífice de esta “humillación pública” para algunos, mientras que, para otros pocos, constituyó una jugada peligrosa pero audaz que en caso de que Trump resultara ganador de la contienda, México habría acertado al apostar por el caballo que iba en contra de todo pronóstico. Videgaray sería alzado en hombros y guirnaldas por su alta sensibilidad para medir la temperatura política del momento, tal como lo intentó hacer Marpug a finales del siglo XVIII con la música.

El final es ampliamente conocido, el candidato abusivo, instintivo e histriónico llegó a la Casa Blanca contra todo vaticinio, sin embargo, Videgaray terminó saliendo por la puerta trasera y autoexiliado en la Sloan School del MIT como profesor titular y al frente de un proyecto dedicado a la inteligencia artificial, “AI Policy for the World Project”.

No cabe duda de que la visita inyectó de vitalidad la campaña de Trump e incluso, se llegó a aseverar que catapultó su victoria y que difícilmente se habría hecho de la presidencia sin esa visita.

El presidente López Obrador anunció hace unos días en su habitual conferencia matutina que está planteando la posibilidad de que tener un encuentro en julio con el presidente Trump en Washington. Así es, meses antes de la contienda electoral. Al parecer que el presidente mexicano en turno incline la balanza en favor de uno de los presidentes más impopulares ya se está haciendo costumbre. Unos motivados por las ambiciones políticas personales y compadrazgos y otros, por el pavor y su apuesta por la inocuidad. Mismo resultado, diferente ecuación.

La temperatura de las tonalidades no solo depende de quien aspira a interpretarlas, si no de quien las escribió.

@Emer_Seg

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