La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa.
Marco A. Almazán

En abril se realizará el relevo de cuatro miembros del Consejo General del INE, tal y como marca la normativa vigente y la convocatoria emitida por el Congreso. Esto significa el fin de una época al interior de una de las instituciones más trascendentes para la vida democrática de nuestro país.

A pesar de la andanada de críticas militantes y de señalamientos negativos de las autoridades gobernantes hay dos verdades innegables del actual INE.

La primera es que, nos guste o no, ha sido pilar de la democracia electoral que los mexicanos hemos construido a lo largo de varias décadas. Decenas de cambios de partido en los gobiernos federal, estatales y municipales son una muestra de ello, incluso las impugnaciones a los resultados de la elecciones hablan de la capacidad de ciudadanos y partidos para defenderse de las decisiones que consideren injustas, algo que es parte del sistema electoral mexicano.

Pensar en el actual gobierno encabezado por Andrés Manuel sin el INE y su trabajo es simplemente risible. Por fortuna nos separan décadas de los tiempos en que las elecciones eran organizadas por el gobierno mismo, el cual no solo organizaba las elecciones sino legitimaba sus propios resultados y procesos. Juez y parte, algo que objetivamente ya no es la norma.

Por fortuna volver al pasado se antoja cercano a lo imposible. La misma crítica implacable que recibe el INE de parte de tirios y troyanos es el principal motor que mantendrá en línea el trabajo de este organismo para seguir siendo autónomo, eficaz y transparente.

Lo contrario, además de un gran retroceso, significaría un descrédito absoluto para cualquier líder o fuerza política que maquine tal salto temporal en reversa.

La segunda verdad es que, pesar de lo que los críticos del accionar del actual gobierno puedan decir, el cambio de los cuatro consejeros aún puede realizarse de forma pactada y democrática como se hizo en el pasado, en lugar de usar la planadora morenista para manipular con el peso de la nueva mayoría la designación.

Sin duda, es una gran oportunidad para demostrar el verdadero talante de los políticos actualmente en el poder. Autoritario y retrógrado o democrático y progresista.

También es necesario señalar que, pase lo que pase en la designación, el entramado legal básico que marca las acciones del INE se ha mantenido y aquellos que ocupen los cuatro lugares de la mesa del consejo deberán ajustar su labor a muy altos estándares, legales y operativos, so pena de generar una crisis de credibilidad y gobernabilidad como no se ha visto en el país, por lo menos en 12 años. Si el INE pierde el rumbo, las elecciones y la democracia le seguirán.

Si esto fuera poco para tranquilizar un poco los ánimos encontrados, se debe considerar el país que somos actualmente y que será el que condicione el accionar de los nuevos consejeros: violento, interconectado y fragmentado políticamente. Este contexto acotará el accionar de los consejeros, nuevos y viejos, sin importar el signo político bajo el que se encuentren.

La violencia es pan nuestro de cada día pero no es, en su mayoría, de corte electoral. Si bien es cierto que, de acuerdo con la consultora Strategia Electoral, durante 11 meses del proceso electoral 2017-2018 se registraron un total de 28,585 asesinatos, solamente 145 (equivalente al 0.05%) pudieron relacionarse con la temática electoral.

Sin que esto sea motivo de orgullo, dadas las circunstancias de aumento de la violencia que ocurre en todo el país, los cuatro nuevos consejeros deberán tomar en cuenta estas cifras y actuar con mesura e imparcialidad, un gran profesionalismo y prudencia para no desbordar la violencia electoral.

Por otro lado es cierto que las “benditas redes sociales”, al transformarse en una arena de polarización, han contribuido al enrarecimiento del ambiente mediático y de información. Pese a esto, el alto nivel de reactividad y crítica del ciber espacio asegura un seguimiento puntual de las acciones del nuevo consejo general, al igual que lo han hecho con el actual.

Los detractores existirán desde antes de que nombren a los nuevos consejeros, al igual que las focas aplaudidoras, con lo cual se tendrán ala mano análisis despiadados y favorables de cada acuerdo y declaración, todo error y discusión quedará expuesto y se filtrará desde los social media hacia el mainstream. Un fenómeno que puede mantener contenido el actuar de los designados en abril, sin duda.

Por último, el nuevo CG del INE deberá ser prudente con sus filias y fobias. No solo porque así sea el mandato constitucional y legal que determina sus acciones, sino porque la fragmentación es la moneda de valía en la arena política de nuestros días. Las posiciones que tomen podrían afectar el balance político rumbo a la elección intermedia y determinar su futuro, en más de un sentido. Ya ni el partido en el poder es un partido monolítico, pese al liderazgo caudillista que lo encabeza.

Los nuevos tiempos electorales están tocando a la puerta. Ahora solo queda ver si la selección será adecuada y el actuar es el correcto, si el nuevo consejo estará a la altura de las circunstancias o solo servirá para torpedear al sistema electoral mexicano.

@HigueraB

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