Hace casi tres décadas, Gilberto Guevara Niebla realizó la primera evaluación a gran escala sobre el nivel de aprendizaje que logran los estudiantes de educación básica en México. El estudio se publicó en la revista Nexos (junio de 1991) con el título México: ¿un país de reprobados? Los resultados documentan lo que se sospechaba de tiempo atrás: que el Sistema Educativo Nacional (SEN) era incapaz de lograr que los estudiantes adquirieran las habilidades básicas de lecto-escritura y matemáticas, así como los conocimientos clave que se especifican en el currículo nacional.
Desde ese entonces, han sido varias las evaluaciones del aprendizaje en las que México ha participado con el propósito de monitorear los resultados educativos de sus estudiantes, retroalimentar al SEN y rendir cuentas a la sociedad mexicana. Algunos de estos proyectos han sido coordinados por instituciones nacionales, mientras que otros representan esfuerzos colectivos de varios países coordinados por organismos internacionales. Entre los primeros, destacan los proyectos de la Secretaria de Educación Pública (SEP), con las evaluaciones llamadas Estándares Nacionales, a fines del siglo pasado, y con la prueba ENLACE que se aplicó de 2005 a 2013. Sin lugar a dudas el proyecto más ambicioso para evaluar los aprendizajes de los estudiantes de la educación obligatoria lo representa el encabezado por, el hoy extinto, Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), con sus pruebas Excale y Planea, que iniciaran en 2004 y cuya permanencia futura es todavía incierta.
Entre los estudios internacionales en los que el país ha participado destacan tres. Primero, los de la Asociación Internacional para la Evaluación del Aprendizaje (IEA), con sus proyectos TIMSS (Ciencias y Matemáticas, PIRLS (Comprensión lectora) y CIVIC (Educación cívica y ciudadana). TIMMS-1995 fue el primer estudio internacional en el que participó México, aunque el gobierno en turno decidió retirarse del estudio al conocer los bajos resultados de sus estudiantes. (Afortunadamente, los resultados de este estudio fueron rescatados y publicados, posteriormente, por el INEE). Segundo, el de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la UNESCO (OREALC), que crea el Laboratorio Latinoamericano de la Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE), cuyo primer estudio regional sobre la adquisición de aprendizajes se realizó en 1997, con el objetivo de evaluar y comparar los resultados educativos de los distintos países participantes. Los resultados de esta evaluación tampoco se dieron a conocer públicamente, pero los subsecuentes han sido ampliamente difundidos. Tercero, el de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que desarrolla la prueba PISA (para estudiantes de 15 años de edad), cuyo primer estudio se realizó en el año 2000 y se repite sistemáticamente cada tres años. Sin lugar a dudas, PISA representa el proyecto más grande de la evaluación de estudiantes, en el que participan más de 70 países provenientes de los cinco continentes.
De manera consistente, los resultados de todas las evaluaciones estandarizados (nacionales e internacionales), que se han aplicado a muestras nacionales y estales de estudiantes de distintos grados de la educación obligatoria, muestran que los aprendizajes de los estudiantes mexicanos: 1) son inferiores con relación a los estudiantes de más de 50 países, incluyendo algunos latinoamericanos (ej.: Chile y Costa Rica), 2), son insuficientes con relación a los aprendizajes esperados que se marcan en los planes y programas de estudio nacionales y 3) son abismalmente desiguales entre las poblaciones de estudiantes con mayor y menor poder adquisitivo. A groso modo, 60% de los estudiantes quedaría reprobado en matemáticas, 50% en ciencias y 40% en comprensión de lectura; asimismo, la diferencia en el aprendizaje de los estudiantes ricos y pobres pudiera llegar a ser de 4 a 6 grados escolares para quienes terminan la primaria y la secundaria, respectivamente.
Con la llegada del COVIS-19 a principios de año, los centros escolares de todos los niveles educativos han cerrado sus puertas, por lo que la SEP tuvo que implementar (sin estar preparado el SEN ni los padres de familia) la modalidad de enseñanza a distancia, utilizando las tecnologías de la información; básicamente, la televisión y el internet. Si bien, esta modalidad ha ayudado a que una cantidad importante de escolares estudien en casa, no se conoce a ciencia cierta cuál ha sido el impacto en su aprendizaje. Por simple lógica, se esperaría que los estudiantes que no tienen estas tecnologías en el hogar no hayan tenido la posibilidad de aprender; igualmente, se podría suponer que, aún los estudiantes con las mejores condiciones, no adquirirán la misma cantidad de conocimientos, comparado con los que se adquieren con el modelo presencial, de por sí deficitario (como se ha documentado).
En estas circunstancias el secretario de educación, Esteban Moctezuma Barragán, ha anunciado que, debido a la pandemia, en este año escolar, solo se evaluarán a los estudiantes que hayan tenido suficiente contacto con el docente, considerando el esfuerzo (y no los resultados) de cada uno de ellos; sin embargo, estas calificaciones serán solo preliminares, hasta que se tengan mejores condiciones para evaluar el aprendizaje. Para los alumnos que hayan tenido una comunicación intermitente, escasa o nula con sus profesores, la evaluación formal no se realizará y en la boleta de calificaciones se escribirá la leyenda “información insuficiente”. Si bien, es entendible que evaluar justamente a los estudiantes es un reto en las condiciones impuestas por la pandemia (y en las condiciones normales), también es cierto que el proceso de acreditación, entendido por la SEP como “…el juicio mediante el cual se establece que un alumno cuenta con los conocimientos y habilidades necesarias en un grado escolar o nivel educativo…” para ser promovido al siguiente grado educativo, no se resuelve satisfactoriamente.
Sin evaluación formal, todos los estudiantes acreditarán las asignaturas y pasarán al siguiente grado escolar sin que necesariamente dominen las competencias escolares necesarias para cursar con éxito el siguiente grado. En estas condiciones, los profesores tendrán la difícil tarea de estar frente a un grupo de estudiantes heterogéneamente formados que, en la mayoría de los casos, no tendrán las habilidades requeridas para adquirir los nuevos conocimientos que se establecen en los planes y programas de estudio nacionales.
En conclusión, en este año México será un país sin reprobados, aunque, como nunca, su aprendizaje será menor que el habitualmente adquieren en condiciones normales. Ahora, más que nunca se requiere que, en el momento que lo permita la pandemia, se evalúe el aprendizaje de los estudiantes de todos los niveles educativos para tener una idea del control de daños y saber cómo se debe de continuar un proceso educativo que quedó seriamente dañado por el COVID-19. Más que nunca, se extraña la existencia de un organismo autónomo que realizara este trabajo, de manera objetiva y confiable.
@EduardoBackhoff