Con ataques casi diarios contra aquellos medios o personajes que expresan críticas en contra de las acciones de gobierno, el presidente López Obrador socava la libertad de expresión, un derecho que se ha ganado en el país, con el paso de los años y que ha costado y sigue costando la vida de comunicadores a lo largo y ancho del territorio nacional.

Cuando el Presidente cuestiona la labor de un medio o denosta o ridiculiza el trabajo de un periodista concreto, acusándolo de conservador, fifí, vendido o neoliberal, se demerita a sí mismo y a su proyecto de gobierno, igual que cuando presenta a algún medio o periodista como profesional y hace comparaciones que devalúan el trabajo de aquellos que le señalan errores o contradicciones, pues lo único que se obtiene es la polarización del sector y se incentivan los antagonismos internos.

No compartir el punto de vista de quien ejerce el poder no solo no es antipatriótico, sino necesario en una sociedad que se jacta de democrática y plural. Finalmente el periodismo no es para hacer loas, sino indicar lo que está mal y tratar de proponer soluciones.

La percepción del mandatario de que hay medios que tienen la misión exclusiva de señalar las pifias que su gestión comete o las cosas que no ha hecho o le faltan por hacer, así como la aseveración repetida de que la prensa calló durante todos los sexenios pasados lo que se hacía mal en el gobierno o que se solapaba la corrupción de funcionarios, deja ver una visión sesgada de la historia de México.

Por el contrario: hay décadas y décadas de ejercicio crítico a través de las plumas de columnistas, articulistas, editorialistas y reporteros, cuya labor puede ser constatada con una visita a la hemeroteca y solicitando los diarios de esos años en los que hoy se asegura no se decía nada y simplemente se alababa al mandatario en turno.

Ahora se cierne el temor de que el gobierno esté comenzado a utilizar como instrumentos de coerción a entes legales, como lo atestiguan los ataques por razones administrativas emprendidos contra la revista Nexos, o la cancelación de la publicidad gubernamental a medios, lo que se presume como logro de austeridad y de anticorrupción.

La misión de los medios, hay que recordarle al poder, no es apoyar sus acciones, sino mantener una postura de cuestionamiento para contribuir con el necesario desarrollo democrático del país. México tiene tantos puntos de vista como habitantes. Rechazar en automático la diversidad de posturas y dividir a la ciudadanía es fácil. Lograr la convivencia armónica en medio de la pluralidad y ser tolerante a ella es el desafío verdadero.

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