El planeta Tierra vivió un ligero respiro por lo menos en 2020 y parte de 2021, como consecuencia de un relativo cese de la actividad humana a causa de la pandemia de Covid-19; lo que permitió que bajaran los índices mundiales de contaminación y permitió recuperarse a algunas especies animales y vegetales amenazadas por la depredación del hombre contra los ecosistemas.

Sin embargo, el retorno de la normalidad tras la baja en contagios, ha traído de vuelta la serie de problemas presentes antes de la contingencia sanitaria.

En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra hoy, cabe hacer una serie de reflexiones del impacto que el ser humano está ejerciendo sobre su casa planetaria y que se manifiesta especialmente en la forma de un cambio climático que cada vez cobra más fuerza a través de huracanes cada vez más frecuentes, incendios forestales, sequías, niveles bajísimos en presas como no se habían visto en décadas, desaparición de glaciares y casquetes polares, deslaves y pérdida de cosechas, entre otros.

América Latina, México incluido, es una región que se está resistiendo a emprender acciones más decididas para evitar, revertir o por lo menos aminorar o retardar el cambio climático. Una de las soluciones más evidentes es la transición hacia energías limpias, que en países como el nuestro encuentra gran reticencia por estar fuertemente politizado y verse como una cuestión de colonialismo tecnológico y de injerencia extranjera, a la vez que se sigue contemplando a las energías fósiles como la panacea que vendrá a solucionar los problemas nacionales y sacarán a la patria de la crisis.

Pero tres son los retos que enfrenta el mundo en materia ambiental: cambio climático, pérdida de la biodiversidad y contaminación en todas sus formas. Para cada uno de ellos hay soluciones y requieren de acciones no solo de gobernantes y empresarios industriales, sino de todos y cada uno de los habitantes de esta casa que llamamos Tierra. En nosotros está hacer el cambio que muestre que el desastre climático no es irreversible, pues en ello no solo va nuestra continuidad como especie, sino también el compromiso que tenemos con toda la biodiversidad del mundo, que depende de las decisiones que hoy tomemos.