Evadir o eludir el pago de impuesto ha sido “deporte nacional” durante décadas, por su parte, el Gobierno en turno, ha hecho lo propio, realizando reformas fiscales cuyo único objetivo ha sido incrementar la recaudación fiscal, eludiendo al cuantioso sector informal de la economía y sin utilizar la política tributaria como herramienta de política económica que permita reducir la producción o consumo de bienes que son nocivos para la salud o bien que contaminan al medio ambiente.

La frase “Reforma fiscal integral” de ningún modo es nueva. En 1979, hace cuarenta años, se acuño el término y vino acompañada de una reforma que implicó sustituir al Impuesto sobre Ingresos Mercantiles (ISIM) por el Impuesto al Valor Agregado (IVA). De entonces a la fecha, con diversas administraciones , se ha intentado realizar una reforma fiscal definitiva, pero en realidad el verdadero objetivo es incrementar la recaudación fiscal, en ocasiones con resultados desastrosos. Un ejemplo de lo anterior es la imposición del impuesto a los cigarrillos, que en el discurso se dijo que se procuraba el bienestar de la población encareciendo el producto y con ello, supuestamente, reducir su consumo, sin embargo,no ocurrió así. Por el contrario, inundaron el mercado los cigarrillos “marca libre” de origen chino,hindú o de elaboración casera que se vendían en el mercado negro a bajo costo y sin pagar impuestos.

Otras reformas no han logrado modificar la base gravable. Gran parte de las quejas de los contribuyentes es que se castiga a los causantes cautivos, mientras que no se persigue a aquellos que producen en la informalidad. Estos últimos gozan de beneficios sociales, como seguridad pública, alumbrado, etc. que son pagados con los impuestos de los contribuyentes cautivos.

El IVA tiene un gran atributo: se cobra en cada etapa de la producción y, para poder deducirlo, es necesario solicitar factura. Es decir, cada causante debe asegurarse de recibir factura con IVA desglosado si es que lo quiere deducir. No ocurre lo mismo con el Impuesto Sobre la Renta (ISR). Por lo menos para personas físicas, hay cantidad de gastos que no son deducibles de impuestos y que, buscando un mejor precio, en ocasiones son adquiridos en el sector informal de la economía. La deductibilidad generalizada, o más amplia, de bienes y servicios ayudaría a que el ISR fuese un impuesto que también se cuida a sí mismo. Pero no ha sido esa la tendencia de las reformas fiscales realizadas por cada gobierno en turno.

Al igual que en el caso del cigarrillo, se producen muchos bienes que no son deseables para la sociedad por motivos de salud o por ser contaminantes. El alcohol y tabaco entran dentro de los primeros; el plástico de un solo uso, gasolina y unicel dentro de los segundos. El poder fiscal puede utilizarse para desincentivar la producción de dichos bienes sin prohibirlos. En el primer caso, los impuestos podrían servir para crear centros de tratamiento contra adicciones y, en el segundo, para cubrir el costo de reciclar o de limpiar la contaminación generada. Impuestos como estos no necesariamente buscan incrementar la recaudación fiscal, sino restringir la producción y consumo de algunos bienes. La idea de protección al ambiente ha incentivado a las empresas a promover la

cultura de disminución de plásticos y similares, pero no se ha procurado que el ahorro en dicho elemento se use para mejorar la condicione ambientales, por lo que solo ha significado una reducción de costos para los productores.

La 4T podría hacer uso de la legitimidad que aún tiene para hacer una reforma fiscal que desincentive la producción de algunos bienes, pero, simultáneamente, ampliar la base gravable para que

paguemos una mayor cantidad de contribuyentes y no sólo los de siempre. Simplificar el pago de impuestos y ampliar la deductibilidad de un mayor número de bienes y servicios podría servir de base para conseguirlo.

Coordinador Académico de Negocios y Finanzas de la UDLAP Jenkins Graduate School

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