Como es de sobra conocido el 18 de marzo se conmemora el aniversario de la expropiación petrolera, suceso que daría lugar al nacimiento de Pemex. El origen de esta empresa se dio bajo un Gobierno de izquierda: el del Gral. Lázaro Cárdenas. Durante décadas esta empresa se convirtió en un símbolo del nacionalismo mexicano y se nos enseñó desde niños que la empresa, por ser pública, pertenece a los mexicanos. El mundo cambió y durante la era de privatizaciones, iniciada bajo el mandato de Miguel de la Madrid, las principales empresas energéticas del país se mantuvieron en manos del sector público. Hoy, como sociedad conviene evaluar y reconsiderar el papel que el sector energético juega en el país y en manos de quién debe estar. 

El contexto internacional en el que surgieron las principales empresas de energía de este país es también el del auge del llamado keynesianismo, que después de la Gran Depresión, buscaba rescatar al capitalismo a toda costa, aunque fuese necesaria la intervención del sector público en la economía. En tal momento se consideraba como algo deseable e incluso necesario que el sector público participara en la economía. Las cosas cambiaron dramáticamente a finales de los setenta. 

Una corriente económica se convirtió en líder en el mundo: la neoclásica, que junto con el liberalismo económico extremo de la Escuela Austriaca, conforman la versión académica de lo que algunos llaman neoliberalismo. Los principales exponentes de esta corriente del pensamiento económico, Friedrich Hayek y Milton Friedman, dieron formalismo académico e impulsaron este pensamiento económico en el mundo entero, de modo tal que las matrículas escolares de escuelas y facultades en el mundo desterraron gradualmente al keynesianismo y otras formas de hacer teoría económica. La escuela neoclásica se implantó como pensamiento hegemónico y, para muchos, el único y verdadero.
 
Bajo esta forma de hacer economía, el mercado es un ente formado por la suma de las decisiones individuales que como consumidores y productores tomamos de modo tal que siempre se regula y controla a sí mismo. La intervención del Estado en los mercados es considerado como algo nocivo e intrusivo no sólo para éstos, sino que se traduce en una reducción en el nivel de vida de las personas. El mantra es simple: dejar hacer al sector privado y que el Estado intervenga lo menos posible en la economía. 

La teoría dejó de ser tal y llegó a los principales Gobiernos del mundo para convertirse en política. En México, se privatizaron miles de empresas públicas, pero hubo dos que, por el significado histórico que tenían no corrieron con la misma suerte: Pemex y Comisión Federal de Electricidad. Sin embargo, se modificó el marco legal para que el sector privado pudiera incursionar en el sector energético. 

En el periodo de 2012-2018, bajo el mandato de Peña Nieto se logró lo que para muchos parecía imposible: se abrió la industria energética al sector privado. Ahora las principales empresas energéticas del país enfrentarían competencia de parte de empresas privadas. En definitiva, los monopolios públicos se rompieron y se permitió una feroz competencia en este sector. 

La llegada de la autodenominada 4T intentó revertir lo que se había hecho en el Gobierno previo, pero no se logró. No se tuvo el número de votos suficiente para modificar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y sólo se realizaron algunos ajustes en la Ley de la Industria Eléctrica que hoy es materia de litigio y todavía está por verse si el sector privado ganará los amparos que promovió o si la modificación a dicha Ley entra en vigor.  

Lo que es un hecho incuestionable es que el mundo cambió. El contexto en el que nacieron las principales empresas energéticas del país es radicalmente distinto. El marco regulatorio también cambió, pues en su fe ciega en los mercados, los mandatos anteriores crearon una Comisión Federal de Competencia que promueve lo que dicen los libros de texto y que debería ocurrir naturalmente: la competencia económica.  

El aniversario de la expropiación petrolera puede servir como punto de inflexión para reconsiderar como sociedad el papel que deben tener estas, hoy empresas productivas del Gobierno, en el desarrollo del país. También conviene conocer las experiencias internacionales en países donde se ha permitido que el sector privado tenga una mayor participación en el sector energético, para aprender de su experiencia y determinar el futuro que queremos en nuestro país

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School

Google News

TEMAS RELACIONADOS