Se ha vertido mucha tinta respecto al espinoso caso de a ministra Esquive l, con puntos de vista en ocasiones diametralmente opuestos entre sí y, la mayoría, dictando sentencia condenatoria sobre ella. El viernes pasado hubo un pronunciamiento del rector de la UNAM, donde no dio ningun fallo final y sólo anunció que aún estaban deliberando sobre el tema. El prestigio de nuestra máxima casa de estudios puede estar en entredicho por este episodio. No son pocas las voces que se han alzado señalando que la educación privada es de mejor calidad, de igual modo, se ha destacado lo que ha sido desde hace décadas una política empresarial basada en no contratar a egresados de instituciones públicas. El tema del presunto plagio de tesis puede dar lugar a una necesaria sacudida de las universidades públicas y privadas.

Reconozco que no soy abogado. No es mi formación. Sin embargo existen múltiples principios que son de sentido común y para lo que no es necesario ser experto en la materia. Uno de ellos es que todos los acusados son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, en el tema en cuestión todavía no se dicta sentencia al respecto por las autoridades competentes, por lo que, hasta el momento, la ministra debe ser considerada como inocente. Gran parte de vox populi, sin embargo, ya la condenó. Existe la posibilidad de que el argumento a favor de la ministra sea verdadero. Pero también lo opuesto. El tema se ha politizado tanto, que es difícil determinar con certeza si hubo, o no, plagio.

La investidura de la ministra, sin embargo, es tan alto talante que está salpicando a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es una institución que no merece dicho trato. Equivale a decir que un subgobernador del Banco de México fuese acusado de cometer plagio en su tesis y, aún así, se mantenga en el cargo. No se trata de que las cabezas rueden porque una parte de la población así lo exige; pero sí por lo menos de pedir una licencia mientras se investiga el caso. De hecho, podría haber una salida más honorable: el pensionarse; esto también podría ser válido para la asesora de tesis, quien fue despedida, no obstante, es altamente probable que cumplan con los requisitos de edad y semanas cotizadas para ser merecedoras de este beneficio.

La comunidad académica debe mirarse a sí misma con ojos críticos. Problemas de esta naturaleza no sólo están presentes en la UNAM , sino en todas las universidades del país públicas y privadas. Otro caso que se ha mencionado en diversos foros es el del ex presidente Peña Nieto, que presuntamente también cometió plagio y, aún así, fue titulado por una universidad privada de renombre.

También debe haber una llamada de atención a los revisores de tesis, preferentemente a los que son profesores de tiempo completo. Parte de su trabajo es eso: revisar que la tesis cumpla con un mínimo de calidad para que el sustentante obtenga el grado académico que busca alcanzar. Si no lo va a hacer, mejor es que no acepte ser tutor o revisor de la tesis. Sin embargo, cada tesis asesorada cuenta para los programas de estímulos de la universidades o del SNI ( Sistema Nacional de Investigadores), por lo que existen incentivos perversos para asesorar tantas tesis como sea posible, pues eso eventualmente se refleja en la nómina. Si el académico acepta ser asesor o revisor, debe cumplir con dicho compromiso, si no lo hará, mejor es mantenerse al margen.

La UNAM puede salir fortalecida de este proceso. De hecho, todo el sistema educativo nacional debe mirarse en este espejo. El reconocimiento de las debilidades siempre abre espacios de mejora, las llamadas áreas de oportunidad. El presunto plagio debe recordarnos que podemos mejorar y arreglar lo que no está bien. Podemos ir limpiando la casa poco a poco, para ello, es crucial mirarnos a nosotros mismos con ojos críticos y reconocer las fallas, tanto institucionales como personales.

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