El 22 de marzo se conmemoró el día de la tierra. La perspectiva de este evento es totalmente ambiental y en algunos lugares se alzó la voz respecto a las diversas dimensiones que tiene la crisis ecológica: desde el stress hídrico, pasando por la contaminación de aguas, aire y suelo hasta el cambio climático. Hace décadas diversos científicos y organizaciones han alertado sobre la inminente crisis que se avecina a pasos agigantados. La ciencia y tecnología podrían ser los factores que nos permitan evadir dicha crisis y, tal vez, evitarla. Pero el riesgo sigue siendo muy alto. El impacto económico de la crisis que se avecina podría hacer palidecer a la “Gran depresión”, a la crisis de 2008 e incluso a la provocada por el confinamiento.

Hace más de sesenta años algunos científicos alzaron la voz de alarma respecto al uso indiscriminado de insecticidas y plaguicidas. Todavía se puede observar en las redes sociales ecológicas la pregunta sobre si es pertinente consumir alimentos en cuyo proceso productivo se deben utilizar trajes contra toxinas, tal es el caso de los vegetales que tienen fertilizantes industriales o insecticidas tóxicos no sólo para insectos. A pesar de la información con que contamos parecemos no entender y seguimos produciendo y consumiendo alimentos contaminados por manos humanas.

El avance tecnológico ha provocado que podamos tener dispositivos que nos permiten ver programas, radio, introducirnos al mundo de las redes sociales, comunicarnos, entre otros usos que tienen los celulares. Éstos se hacen obsoletos en poco tiempo, por lo que la basura tecnológica se ha convertido en un grave problema, pues su reciclaje no es fácil. Adicionalmente, la energía utilizada para su funcionamiento directo, así como la que consumen los ordenadores, genera una creciente demanda de electricidad que es poco probable que las energías renovables contemporáneas puedan cubrirla. El uso de dispositivos tecnológicos trae consigo un mayor consumo de energía, que fomenta la emisión de gases de efecto invernadero y con ello se acentúa la crisis climática.

La globalización permite que se puedan consumir productos de todo el orbe, pero el flete o transporte implica consumo de energía que, una vez más, genera gases de efecto invernadero. Por lo anterior es que consumir lo que se produce localmente es una buena forma de contribuir no sólo con la economía nacional, sino a reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

El calentamiento global es alimentado por diversas fuentes. El día de la tierra es un buen momento para hacer una pausa y reflexionar sobre la transición hacia economías circulares, es decir donde no se generen desperdicios, donde se consuma lo local y donde la transición hacia energías limpias sea una realidad internacional. Lamentablemente la evidencia muestra que, a pesar de los diversos acuerdos internacionales y manifestaciones de preocupación por el clima, como sociedad, empresas y Gobiernos no estamos haciendo lo correcto para reducir el problema. De hecho, los registros muestran que la temperatura promedio del planeta no sólo no se ha reducido, sino que se ha incrementado.

Esta alza en la temperatura del mundo está provocando alteraciones en el clima. Los riesgos derivados de meteoros naturales son cada vez mayores. Definitivamente debemos hacer algo, pero la ruta que llevamos parece conducirnos a un creciente calentamiento global que eventualmente provocará una crisis ambiental de una magnitud que el mundo entero deberá dejar de consumir combustibles fósiles. Si dicho escenario se materializara, los diversos modos de transporte podrían paralizarse, con las implicaciones que ello trae consigo: detenimiento en el flujo de mercancías y personas. Adicionalmente, podría reducirse dramáticamente la generación de electricidad, con el impacto que la falta de energía tendría en la economía global. En resumen, el mundo entero tendría que “meter freno” a muchas actividades económicas, por lo que la crisis económica sería de proporciones gigantes.

El escenario descrito no está muy lejos de materializarse. Tal vez tenemos de diez a quince años antes de llegar. Alternativamente, podríamos tratar mejor a nuestro planeta. Pero esto último no está pasando, así es que vale más, en días como el del planeta, reflexionar sobre lo que le hemos hecho y sobre lo que debemos hacer si no queremos que la crisis ambiental se convierta en una catástrofe económica.

 Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School

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