El día de hoy, el pleno del Congreso de la Unión analizará la política exterior desplegada por esta administración. Según el tercer informe de gobierno del Presidente de la República, la política exterior mexicana desempeñó un papel fundamental en la atención de la pandemia del Covid-19, al contribuir con los esfuerzos de vacunación de mexicanos dentro y fuera del país, así como con la llegada de miles de vacunas a territorio nacional. Se tratan de ejemplos de “una diplomacia que salva vidas”, según el documento que presentó el señor presidente.

Por años, la diplomacia y el Servicio Exterior mexicanos han gozado de un gran prestigio, al ejecutar una política exterior eficiente y eficaz en beneficio del desarrollo del país. La movilización de recursos para avanzar en los esfuerzos de vacunación no fue la excepción. Sin embargo, es notorio que bajo la premisa de que “la mejor política exterior es una buena política interna” y la defensa a ultranza de la soberanía, nuestra política exterior ha sido un tanto desordenada y hasta caprichosa en los últimos tres años: mientras el Ejecutivo defiende el principio de la no intervención, México manifiesta abiertamente su apoyo gobiernos de izquierda como el cubano —que apenas en julio pasado enfrentaba protestas masivas en su contra—, y rechaza unirse al bloque latinoamericano en organismos internacionales, como la ONU y la OEA, en resoluciones para velar por la democracia y los Derechos humanos en Nicaragua y Venezuela.

Al mismo tiempo, establecemos relativa distancia de nuestro vecino del norte: Estados Unidos, país que sin duda alguna representa nuestra relación bilateral más importante. Con Estados Unidos no sólo compartimos más de 3 mil kilómetros de frontera, también es nuestro primer socio comercial y cerca de 36 millones de personas de origen mexicano viven en la unión americana. A pesar de la relevancia, complejidad y alto grado de institucionalización de la relación, nuestro presidente fue uno de los últimos mandatarios en reconocer el triunfo de Joe Biden frente a Donald Trump, así como en felicitarlo. Este detalle, aparentemente insignificante, no pasó desapercibido y revela mucho sobre la importancia que esta administración otorga a nuestro vecino, lo mismo que el hecho de que las interacciones entre ambos presidentes se han reducido a apenas tres llamadas telefónicas. Más aún, llama la atención que dentro de la estructura de la Cancillería no hay formalmente un Subsecretario para América del Norte.

Y si de “salvar vidas” se trata hay que echar un vistazo a la situación de nuestra red consular en Estados Unidos que continúa siendo motivo de orgullo para la diplomacia del país. México cuenta con la red consular más grande y más extensa de un país en otro —con 50 consulados en 25 estados y una sección consular en Washington DC—. La dimensión de esta red es sintomática de su importancia como uno de los ejes neurálgicos de la política exterior mexicana. Una diplomacia que literalmente “salva vida” es la consular, al realizar labores de protección de nuestros connacionales y otorgar millones de documentos de identidad a mexicanos indocumentados que necesitan una identificación para poder realizar trámites tan básicos como abrir una cuenta bancaria, acceder a servicios de salud o, simplemente, poder vacunarse contra el Covid-19.

Esta diplomacia pasa desapercibida y desafortunadamente hoy, varios consulados importantes están al frente de personal sin experiencia diplomática.

Además, el descontento por la ineficiencia, las dificultades y los largos tiempos de espera para poder obtener una cita son cada vez más y más frecuentes. Por esto, es indispensable contar con funcionarios sensibilizados con el día a día que enfrentan nuestros paisanos, en especial aquellos indocumentados. No sólo eso, hay que echar mano del oficio de los miembros de carrera del Servicio Exterior, tanto en México como en el exterior, pese a que cada vez más de ellos desisten de sus filas —cerca de un centenar en los últimos tres años—. Un indicador que definitivamente no podemos ignorar, pues con ello México pierde la oportunidad de “salvar vidas”.

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