Eran las 8 de la noche con cinco minutos cuando las alarmas de Ashkelon comenzaron a sonar. Para los locales ya era una mala costumbre. Desde hace dos semanas que se inició la guerra han recibido más de 900 misiles provenientes desde la franja de Gaza, lo que los convierte en el blanco más atacado de todo el país. Unos impactaron en edificios residenciales, otros cerca de colegios, pero también en casas y espacios de convivio. El saldo, solo ahí, es de más de 30 personas muertas y cientos de heridas.

En el equipo de Latinus íbamos por algo de comida y al lugar donde dormiríamos esa noche. Los expertos en seguridad que nos acompañaban nos ordenaron bajar del coche de inmediato y refugiarnos a la derecha, donde pudiéramos, como marca el protocolo. De pronto, al voltear la vista hacia Gaza vimos salir al menos tres misiles en dirección nuestra. Fue como si el tiempo se detuviera. Ofir Moradov, un productor local que nos acompañaba, me dijo todo con la mirada y sin una sola palabra: los misiles venían a nosotros y en cuestión de segundos tres impactos nos dejaron aturdidos y asustados. La tierra se cimbró en nuestros pies, una pared cercana se iluminó con destello de color rojo que explicaba la cercanía, la luz se fue y el polvo comenzó a levantarse.

Al narrar parte de lo sucedido para la cámara de mi compañero Alexander de Villa, le pregunté a Udi Dagan qué tan cerca estábamos. Yo concluí que eran kilómetros, pero él nos trajo a la realidad al responder que no, que el impacto había sido a 100 metros. Udi es un experto en seguridad que también formaba parte del equipo. Como todo israelí integró el ejército, pero no solo cumplió con el servicio militar, sino que se hizo especialista en medicina militar y además combatió en dos de los peores frentes: en Gaza, contra Hamás, y Líbano, contra Hezbolá.

Enseguida fuimos a buscar los misiles. Las ambulancias y patrullas nos lo señalaron de inmediato. La zona ya estaba acordonada, con un fuerte olor a gasolina y a quemado. El misil impactó a solo cinco metros de un edificio de departamentos, que todavía estaba lleno de gente. En Ashkelon no han recibido la orden oficial de evacuar la ciudad porque está a 7 kilómetros y 200 metros de la Franja de Gaza. La ley marca que para que la gente sea desalojada tiene que estar a menos de 7 kilómetros.

Al recuperar el aliento y mientras comíamos un pan pita con cordero, Udi nos platicó cómo era el frente a frente dentro de Gaza. Narró que los integrantes de Hamás no son buenos en la batalla de las armas. Que disparan mucho y se mueven muy poco. Prácticamente salen dispuestos a morir. En cambio, el entrenamiento israelí establece que un tiro debe ser suficiente. Udi nos contó que en su época de soldado todavía usaban la diadema de Madona. Así la llamaban por su parecido con la que portaba la reina del pop en sus conciertos de los años 90. Ahora, los soldados de Israel traen un dispositivo muy discreto, pegado a la garganta que detecta las palabras con solo susurrar. Aun así, entrar a Gaza por tierra es una batalla distinta y más compleja. Todos los analistas advierten que sería sangriento con cientos de bajas de ambos bandos, incluidos civiles, lo que seguirá abultando el saldo de más de 5 mil 300 muertos en lo que va de guerra. Debajo de la ciudad hay otra ciudad donde el triunfo no está garantizado y posiblemente a eso obedece el retraso de la mentada incursión terrestre.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS