Los gobiernos no son responsables por las coyunturas imprevisibles, pero sí lo son por las decisiones y acciones que toman ante esas situaciones y emergencias.

Hoy el mundo enfrenta una pandemia y una crisis económica de carácter global, cuyos efectos se dejaron sentir en nuestro país a causa de la movilidad internacional y la interdependencia comercial y financiera en que todos los países vivimos. En ese sentido, la crisis vino de fuera; sin embargo, sus consecuencias adversas se multiplican en nuestro país, como resultado de los errores y omisiones de nuestras autoridades.

Es verdad que la suspensión de prácticamente todas las actividades económicas en más de 190 países está generando efectos terribles sobre las economías nacionales, en las empresas y en los hogares de todo el mundo. Pero esa circunstancia nos llegó cuando ya nuestro país se encontraba al inicio de una recesión, tras un año de pésimas decisiones económicas y de un crecimiento mediocre. Es cierto que ningún país estaba preparado para recibir el número tan grande de contagiados y enfermos, ni aún los países con sistemas de salud más robustos; pero también es cierto que en los últimos 15 meses se habían desmantelado el sistema de salud y el Seguro Popular, y se había inducido un desabasto de medicinas, personal e insumos por las políticas de salud ideologizadas de la nueva administración. Para cuando el virus propició los primeros contagios en México, el gobierno ya había derrochado los fondos para enfrentar emergencias en proyectos inviables, como la Refinería de Dos Bocas. La Covid19 encontró a México sin dinero, con un sector salud maltrecho, con mayor pobreza, menos inversiones y polarizado.

Cuando ya el virus era una realidad en México, el gobierno reaccionó tarde y mal: durante semanas se minimizó la gravedad de la enfermedad; las autoridades se resistieron a llamar al confinamiento a tiempo (recordemos que tuvieron que ser las empresas, las escuelas y la sociedad quienes tomaron la iniciativa); hasta la fecha, el gobierno se rehúsa a hacer pruebas masivas, por lo cual enfrentamos la emergencia a ciegas. Hoy sabemos que el sistema de conteo trae un retraso de hasta dos semanas y diversos medios nacionales y extranjeros han denunciado que hay subregistros mayúsculos. Además, desde el gobierno se ha atacado a los especialistas y empresarios que desean buscar soluciones para que México salga adelante.

Ahora el gobierno dice que entraremos en una “nueva normalidad”. Se trata de una frase hueca, porque la realidad es que el mal manejo de la emergencia puede provocar consecuencias negativas que tomarán años para superarse. De particular gravedad son:

1. Una migración considerable de la fuerza laboral formal a la informalidad. Esto por la falta de apoyo gubernamental a pequeñas y medianas empresas para sobrevivir, así como la menor cantidad de inversión privada (nacional y extranjera) como consecuencia de una mayor pérdida de confianza en México. Actualmente ya hay casi 32 millones de trabajadores informales, a los que en la “nueva normalidad” podrían sumarse millones más. La caída del o pérdida total del ingreso de millones de hogares será catastrófica.

2. Ante la pasividad del gobierno y la ausencia del Estado, diversos grupos del crimen organizado han aprovechado la pandemia para ganar terreno, legitimidad y crear base social entre la población, mediante mecanismos como el reparto de despensas. Así, la “nueva normalidad” va a ser la de un México más débil frente a cárteles más poderosos.

3. De seguir como vamos, la “nueva normalidad” será la de un Estado institucional y presupuestalmente disminuido, con menor capacidad para atender temas como educación, salud, infraestructura o servicios básicos. Esto lo está haciendo el gobierno mediante la desaparición de fideicomisos públicos, la apropiación de reservas como el Fondo de Estabilización y los ataques permanentes a instituciones y profesionales como los médicos.

El gobierno hoy quiere hacer un llamado a la unidad, pero desea imponerlo artificialmente desde arriba en lugar de construirlo desde abajo. No quiere tomar en cuenta a las diversas voces que inciden en las soluciones: Congreso, gobernadores, empresarios, sindicatos, padres de familia, personal médico, etc. Estamos aún a tiempo de crear una verdadera nueva normalidad, si el gobierno está dispuesto a corregir, a dialogar y a construir. De otro modo, la normalidad para México será la adversidad permanente.

Senadora de la República

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