Al fin tanto uno de los directores más propositivos del cine contemporáneo y un actor lamentablemente encasillado en un solo papel se salieron de sus respectivas zonas de confort. Despierta la furia, la más reciente película de Guy Ritchie quizá no haga esbozar una sonrisa a quienes lo han seguido por los rompecabezas narrativos que acostumbra. Y otro tanto pasará con quienes han visto las cintas en que participa Jason Statham, en las que es una especie de superhéroe cuyas armas si no son de fuego entonces lo son sus habilidades como peleador a mano limpia. Pero más allá de eso, la cinta se deja ver como lo que es, una trama de suspenso medio cuyo eje central es la venganza.
Sería sencillo afirmar que Despierta la furia es un homenaje a Le convoyeur (2004, Nicolas Boukhrief), pero en realidad es que está directamente basada en ella y digamos que puesta al día, aunque componentes como la codicia, la traición, la ausencia de madre y la necesidad de cobrar un justo pago por el dolor recibido, sean propios del comportamiento humano. De modo que homenaje no es. Al contrario, Ritchie ha de meterse en esa camisa de fuerza que es el antecedente fílmico y crear lo mejor que el condicionamiento le permita.
El resultado es que Statham no hará gala de su capacidad de pelea ni de salir de los encontronazos con la maldad sin apenas arrugarse el traje. La propuesta en Despierta la furia es que las balas hieren y matan de verdad, y generan heridas psicológicas que han de curarse de la única manera posible: haciéndole pagar el perjurio a quien lo cometió.
Como es muy complicado para el director no dejar su huella profesional, desde luego que hay algunos saltos temporales hacia adelante y hacia atrás, pero son muy escasos y muy amplios para lo que acostumbra. Con ello consigue no traicionarse y no lastimar la idea original de Le convoyeur y logra una apuesta visual que descansa por una parte en la economía de personajes y en un ambiente oscuro, y por otra en la trama casi unívoca. De modo que es una cinta que merece llevar el apellido Ritchie digamos que no como padre biológico pero sí de crianza.
Y otro tanto ocurre con Statham, a quien solemos verlo detrás de un volante realizando proezas de conducción o desplegando una capacidad de peleador que raya en la fantasía aunque el sujeto sí sea un atleta y cuente con gran parte de las habilidades físicas que representan sus personajes. En Despierta la furia ha de ser un sujeto cuya necesidad de exigir por su propia cuenta el cobro por lo que le han arrebatado, debe ser contenida, fría, soterrada. De modo que salvo alguna secuencia del inicio, en la que hace breve y rápida gala de la capacidad de ataque armado de su personaje, habrá de esperar y esperar mientras indaga qué diablos fue lo que realmente pasó, quiénes son los implicados y exactamente cuánto daño causaron para aplicar una fuerza proporcional que tal vez resarza la deuda.
Despierta la furia guarda, sin spoilers, un gran paralelismo con lo que ha ocurrido con el Cruz Azul, enorme equipo que por diversas razones no lejos de su anterior directiva se ha visto malamente sobajado por el chairismo pambolero. Ahora el Cruz Azul sabe cómo ganar sin dárselas de superhéroe, pasó con todos los merecimientos a la final y dejó tendidos en la tabla a los matoncitos villamelones. La nueva cinta de Ritchie enseña que para cobrar se precisa de trabajo y paciencia. Y si no se logra cobrar ya la afrenta, los intereses de la misma seguirán incrementándose.