Si tienes como protagonista a Bob Odenkirk —el de la mítica Breaking bad y su spin-off, esa delicada joya que es Better call Saul— y agregas al experimentado escritor y guionista Derek Kolstad —creador ni más ni menos que del personaje y la saga de John Wick—, seguro que vas por el buen camino.

Nadie, titulada originalmente Nobody, es muy probablemente la mejor cinta en su género, drama y acción física, de los más recientes años. Y todos sabemos que lanzar al aire una afirmación así no es sencillo. Lo que ocurre es que Nadie respeta las convenciones no escritas del apartado y las supera sin necesidad de armamento ultramoderno, con un mínimo de efecto especiales y con un enorme apego a lo que podría llegar a suceder si tocas lo más sagrado de un sujeto como Hutch Mansell —Odenkirk—, un pacífico padre de familia que posee un pasado extraordinariamente secreto dentro de lo que podríamos considerar alguna de las “fuerzas especiales” que suele haber en algunos países.

Hutch, conocido bajo la clasificación por su tipo de labor de la cual está retirado como Nobody, sabe de armas lo que es preciso, pero no es muy dado a emplearlas, aunque cuando empuña alguna se vuelve, como dice el novelista catalán Andreu Martín, una fuerza de la naturaleza. Claro, el señor Nadie es ya de por sí un tipo de mucho cuidado a puño limpio, salvo que no busca pelea.

El problema para el señor Nadie no serán, entonces, malandros que en pandilla intenten lastimarlo, aunque lo lastimen muy en serio, ni una parejita de ladrones de casas carentes de experiencia y talento. Todo eso lo puede resolver a golpes, dando algunos, recibiendo otros, con la sangre derramada tanto de quienes en forma por demás estúpida se cruzan en su vida como con su propia sangre. El problema es cuando, como era de esperarse, aparece en escena un verdadero hijo de Satanás, Yulian Kuznetsov —al que da vida con una interpretación soberbia el actor Aleksey Serebryakov— y ahí, dirían mis abuelos frotándose las palmas de las manos, empieza lo sabroso. Si el señor Nadie hace lo que hace porque la condenada existencia así lo demanda, el señor Yulian cobra y disfruta por ser un perfecto hijo de puta despiadado y también con notables habilidades para la pelea, salvo que juega sucio y dista muchísimo de ser un caballero.

Odenkirk, en tanto persona, acaba de pasar ya en el mundo que todos habitamos, por un problema gravísimo que provocó su desvanecimiento en un set de grabación. Un problema de mucho cuidado y que no le dio el menor aviso atacó el corazón del actor y, si lo ha seguido, compartirá con todos quienes admiramos su trabajo la angustia de ver así, de golpe, la fatal posibilidad de un talento truncado. Por fortuna, va recuperándose y esperamos que en tanto esté del todo bien pueda reincorporarse a su labor profesional que tantas alegrías, emociones, simpatías y aprecio genera.

Nadie, la película, es dirigida con pulcritud notable por un todavía joven cineasta, Ilya Naishuller, con varios cortometrajes y un par de cintas, a quien habrá que tener muy bien ubicado en el radar en sus futuros trabajos. Y si ya contábamos con un guionista de lujo y un actorazo en pantalla, si aún no ha visto Nobody le dejo sólo un dato más que también aplaudirían mis abuelos: el padre de Nadie es el señor David Mansell, personificado por un incombustible Christopher Lloyd —sí, el doctor Emmett Brown de Volver al futuro—. Y créame: si el hijo puede enfrentar al mismísimo Diablo, el padre es capaz de usar el infierno para prepararse una carne asada.

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