Hace unas semanas,  en el que se ve cómo varios carros del Ejército son perseguidos por civiles armados, en Nueva Italia, Michoacán. El video causó indignación en redes sociales. Algunas personas denunciaron una política de protección de delincuentes. Otras señalaron que la política de seguridad (que creen aún es “de abrazos, no balazos”) es un fracaso y la humillación que significa el evento para el prestigio de la institución. No faltaron tampoco políticos que señalaron el evento como una muestra de debilidad del gobierno, de falta de mano dura en contra de la delincuencia organizada. Ahí está el ejército, “¿por qué no matan a los delincuentes?”, parecían decir.  
 
El  a las críticas defendiendo el actuar de los militares involucrados. “¿No le preocupa que en la política de no confrontación (…) estas situaciones se puedan replicar. Y que además hay un mensaje (…) de que pueden hacer lo que quieran y apoderarse de los territorios (…)?”, le preguntaron en la mañanera. “Tenemos que reconocer la actitud responsable del Ejército en estos tiempos”, respondió López Obrador. “Antes era distinto, eran constantes los enfrentamientos y perdían la vida los integrantes de bandas de delincuentes, también ciudadanos inocentes y soldados y marinos (…) antes era ‘mátalos en caliente’, y remataban a los heridos. Eran más los muertos en un enfrentamiento, en los reportes finales, que los heridos y que los detenidos.” 
 
El gobierno afirma haber optado por una estrategia que consiste en . Esto es, convertir al ejército en policías, pidiéndoles que se comporten como tales. Van vestidos como militares, con armamento militar, con entrenamiento militar pero con la responsabilidad de actuar como policías. Surgen así varias preguntas: ¿Funciona esta estrategia para reducir la violencia?, ¿puede el ejército estar desplegado entre la población civil sin usar desproporcionadamente el uso de la fuerza letal?, ¿cómo afecta la imagen del ejército esta estrategia? 
 
La verdad de las cosas es que AMLO, como Calderón, apostó por militarizar la seguridad pública. Pero lo hace a escondidas, disfrazando a los militares de policías y escondiéndose detrás del discurso de respeto a los derechos humanos. Los militares no están para dar abrazos, se entrenan para echar balazos, en contra de ejércitos enemigos cuando es necesario. Pero van tres gobiernos que los despliegan en contra de su propia población. 
 
Estudio tras estudio ha mostrado que la militarización no funciona. Los propios datos oficiales sobre Michoacán lo muestran. Según el , de enero a marzo se cometieron 756 homicidios en Michoacán, el segundo estado con más homicidios después de Guanajuato. El Estado ha presentado un aumento constante en el número de homicidios, a pesar de estar su seguridad en manos de militares. 
 
En respuesta al video —y quizás como una forma de salvar el honor de la Sedena—, la dependencia anunció . Eso, según sus reportes, llevó al  y la destrucción de plantíos de marihuana en la zona. Pero ni el decomiso de más drogas, ni el despliegue de más militares  —aun con la orden de “matarlos en caliente”— va a lograr disminuir la violencia. El problema no es la falta de confrontación directa, la insuficiencia de militares, ni por supuesto “las drogas”, sino la falta de estrategias de prevención y la absoluta impunidad con que se cometen delitos en el país. No hay policías ni fiscales profesionales y ningún número de militares ocupando territorios va a suplir esa deficiencia.  
 
Además, si bien los datos oficiales de Sedena muestran una disminución en el número de enfrentamientos, esos mismos datos, incluido el índice de letalidad. Las cifras de la CNDH también muestran el aumento de quejas en contra de la Sedena y de la Guardia Nacional. Es decir, los miembros del ejército que patrullan las calles se comportan a menudo como miembros del ejército, y no como los policías que el presidente quiere que sean. Mal si usan las armas, también mal si no las usan. Tenemos hoy el peor de los mundos: un gobierno que busca hacer permanente la militarización, pero desprestigiando el respeto a los derechos humanos y la desmilitarización con su discurso vacuo. La militarización seguirá llevándonos a los mismo: más violencia, mientras que la desmilitarización habrá quedado descartada sin jamás haber sido intentada. Estamos pisando el acelerador y cerrando las salidas. 
 

Profesora-investigadora del CIDE.
@cataperezcorrea

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