Más allá de la educación universitaria en línea o de la adaptación de la enseñanza superior y de posgrado a las Tecnologías de la Información y comunicación (TIC), como la lista de difusión de las actividades académicas, el portal institucional, la difusión de los contactos electrónico de los profesores o el campus virtual, se encuentra la inclusión de los contenidos jurídicos avanzados en las redes sociales.

Una red social es el conjunto de personas que conocemos, con las que guardamos relación más o menos estrecha y la red social virtual es aquella donde no hay contacto físico, pero se puede generar un círculo amplio de interlocutores con intereses compartidos, NO necesariamente sociales, a través de una plataforma TIC.

El uso de las redes sociales se ha extendido. Una encuesta aplicada a estudiantes de derecho en una universidad mexicana arrojó que el 81% cuenta con una cuenta en Facebook (cara libro), el 66 % la utiliza diariamente, el 73% intercambia información escolar y el 51% comenta o discute temas académicos. Para muestra basta un botón.

El conocimiento jurídico es un saber especializado que utiliza un lenguaje técnico compartido por un grupo poblacional relativamente reducido que genera a quien lo posee y maneja con precisión un acceso a la justicia que imparte el Estado, un valor económico, un capital político y un reconocimiento social. Su importancia requiere de una certificación que garantice a la comunidad que quien afirma poseerlo debe efectivamente tenerlo. Esta condición es el principal obstáculo para “virtualizarlo” y exige un reconocimiento académico para validarse socialmente, sin embargo, no es una limitante para su divulgación en redes sociales virtuales.

Las universidades, instituciones de educación superior y los centros de investigación generan, reproducen y divulgan conocimiento. Las organizaciones públicas y privadas tienen como misión buscar la verdad con enfoques y metodologías científicas como una forma de liberar y desarrollar integralmente al ser humano y, en ese sentido, están obligadas a difundir sus logros y avances en los campos de la filosofía, la ciencia, la tecnología y la técnica. El respaldo de una institución es una garantía de mayor veracidad en los contenidos educativos.

La generación de competencias y habilidades es una de las principales finalidades de las instituciones de educación superior y compartir sus logros es un compromiso permanente con la sociedad. De ahí, que sea esencial que se utilicen las TICs para personalizar, focalizar, segmentar y alcanzar con mayor eficiencia núcleos poblacionales amplios inmersos en la idea de educación continúa (lifelong learning). Hay que romper con la divulgación dentro de una comunidad virtual universitaria y acceder a vínculos infinitos de usuarios de una red social virtual.

La vinculación de las redes sociales a la divulgación de la cultura jurídica requiere del abandono radical de la exposición magistral. Un profesor a cuadro o la video grabación de una conferencia “subidos” a la web 2.0 no es una mejor forma de comunicar el conocimiento jurídico especializado.

Los especialistas deben desarrollar contenidos específicos para ser difundidos a una infinitud de usuarios. No basta la incorporación de las TICs en el aula como técnica pedagógica. Las redes sociales son más que un apoyo en el proceso de enseñanza es una forma de ampliar la difusión del conocimiento más allá de una comunidad virtual. El reto es mantener la rigurosidad académica que debe tener un programa de formación profesional y utilizar medios y formas flexibles para la divulgación del conocimiento jurídico.

Las redes sociales generan liderazgos entre los jóvenes y permiten acceder a quienes no están físicamente cerca del conocimiento que produce una institución de educación superior. En la medida que aumenta el reconocimiento en la red de la fuente de contenidos, la divulgación del conocimiento es más efectiva y el impacto benéfico aumenta. El eje de esta estrategia deben ser las instituciones de educación superior.

En los últimos veinte años, las universidades de América Latina han incursionado con éxito en el uso de la TICs para potencializar el proceso de aprendizaje que van desde el básico uso de láminas electrónicas hasta el empleo de plataformas didácticas.

Las generaciones jóvenes no han abandonado la lectura, ni han dejado de ser curiosos frente al mundo que los rodea. Lo que realmente sucede es que sus inquietudes intelectuales se colman en espacios virtuales.

Hay que considerar en los procesos de divulgación del conocimiento en la actualidad que las redes sociales exigen menor formalidad, menos preludios, más información sustantiva, más conocimiento útil, más teoría aplicable y menos reconocimientos formales al sujeto que divulga.

Comprender esta demanda de mayor sencillez es el principal elemento del cambio en la forma de transmitir el conocimiento. No es una mera sustitución del papel por el dispositivo electrónico. Es “seducir” con contenidos a un internauta que busca ávidamente respuestas a sus problemas y angustias o simplemente divertirse mientras aprende.

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