El Senador Ricardo Monreal, en su artículo semanal en El Universal, llama a la prudencia en el manejo de la información relacionada con la pandemia declarada del COVID-19 y tiene razón cuando invita a la población a evitar entrar en pánico y no hacer caso a las campañas de noticias falsas o alarmistas sobre el particular. Además, cita a Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, quien señaló que es hora de la ciencia, no de los estigmas; de los hechos, no del miedo.

El problema no es de la sociedad civil organizada que ha actuado con mayor asertividad y prontitud que el gobierno federal, cuya estrategia de comunicación social fue tardía y centralizada, inicialmente, en las mañaneras y después en un grupo de expertos en epidemiología encabezados por el Doctor López-Gatell, cuya fuerza moral repelente del virus es inaceptable en un hombre de ciencia.

El primer mensaje fue equivocado y consistió en darle poca importancia a los efectos expansivos de la enfermedad y el segundo inconsistente -por no decir contradictorio- entre lo sugerido por los expertos y los dichos y hechos del Presidente de la República, quien mantuvo sus giras con concentraciones masivas y reparto efusivo y profuso de besos y abrazos. Al grado que hay señalamientos expresos de los organismos internacionales sobre el particular.

El Senador Ricardo Monreal, pastor de la mayoría morenista en el Cámara Alta, tiene razón cuando advierte de los efectos negativos de las campañas de desinformación y conmina a dejar de lado la política y la ideología, pero se equivoca cuando afirma que la estrategia informativa del gobierno ha sido clara, eficaz y convincente.

Todavía en la mañanera del martes 17, el mensaje no es coincidente con el resto del mundo y se otorga poca o nula eficacia a las políticas de contención chinas. Además, se informa una concentración en Guelatao, Oaxaca, que tiene 531 habitantes, según el INEGI. Esperemos que sólo asistan los residentes para no alcanzar un número mayor que es idóneo para la propagación de la enfermedad.

Por su parte, la Jefa de gobierno de la Ciudad de México, por prevención, cancela las audiencias públicas, supuestamente en coordinación con el gobierno federal, pero este mantiene otro tipo de reuniones político-informativas como símbolo de la lucha contra los adversarios al Presidente. Además, se permite el Vive Latino con una concentración de más de 100 mil personas y el día siguiente se suspende cualquier espectáculo público que reúna a más de mil. El gobierno es tibio con respecto al Vía Crucis en Iztapalapa, no lo suspende y lo limita a los participantes directos que son suficientes para extender la epidemia.

El Senador Monreal pide relegar lo político e ideológico en la información sobre la prevención de la infección, pero no toma en cuenta que el primero que lo vinculó con el pasado calderonista, con la pandemia de la influenza A (H1N1), fue el propio gobierno federal y su reacción, que es lenta y diferente al resto del mundo, está marcada por la frase de batalla “no somos iguales” refiriéndose a sus adversarios.

La epidemia de desinformación comenzó con el virus de “yo tengo otros datos” que el Presidente López Obrador esparció desde hace más de un año. Todo lo que no le conviene en sus proyecciones de política económica o de seguridad se transforman en una narrativa sesgada con base en información que difiere de la que emiten sus propias estructuras gubernamentales o los órganos constitucionales autónomos.

La proliferación del uso de la frase “yo tengo otros datos” es la principal causa que la información difundida por el grupo de expertos bajo su mando y dirección sea cuestionada en las redes sociales y, en ocasiones, contrapunteada por otras oficinas gubernamentales, universidades, organizaciones de la sociedad civil y gobiernos estatales. La campaña de desinformación se origina en las mañaneras y por la agenda y actividades del Presidente.

Esto es grave y hay que corregirlo en forma inmediata. En ese sentido, me sumo al llamado del Senador Monreal para unirnos al combate de la epidemia de desinformación esparcida desde el gobierno.

La comunicación social es lo que se dice y lo que se hace. Esto toma más relevancia en un personaje público con la gran popularidad de nuestro presidente y su reconocida capacidad de liderazgo, que en estos momentos debiera ser muy útil para contener la expansión de la epidemia y no debiera ser el factor relevante en la desinformación que denuncia el Senador.

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