Las fusiones y adquisiciones no son un tema nuevo en la industria automotriz. De acuerdo con reportes de la firma PricewaterhouseCoopers (PwC), tan sólo en 2018 se concretaron más de mil transacciones de este tipo en el sector que sumaron alrededor de 96 mil millones de dólares en valor. La gran mayoría de ellas, como ha sido en los últimos años, ha tenido como protagonistas a fabricantes de autopartes.

Las razones detrás de esta actividad son variadas, pero definitivamente el factor tecnológico suele ser uno de los principales motivos por el que los grandes proveedores adquieren a otros de menor tamaño. Las presiones regulatorias por aumentar la eficiencia de los motores en el consumo de combustible, así como los posibles cambios estructurales derivados de vehículos con mayor conectividad y capacidades de conducción autónoma están llevando a muchas empresas del sector a tomar cartas en el asunto.

Ahora bien, si 2018 había sido un año con mucha actividad de alianzas y adquisiciones, la propia firma PwC también notó que 2019 estaba registrando descensos importantes tanto en el número de acuerdos como en el valor de estos. Por ello, la fusión de PSA (Peugeot S.A.) y FCA (Fiat-Chrysler), tanto por su valor (50 mil millones de dólares) como por su relevancia, merece una lectura especial.

La consolidación de estos dos grandes grupos automotrices se suma a una lista de alianzas entre fabricantes que han venido dando una forma distinta al sector. La propia FCA nació en 2009 después de que Chrysler se declarara en bancarrota y Fiat decidiera comprar, gradualmente, las acciones de quienes entonces eran los principales dueños: el gobierno de Estados Unidos, Canadá y la United Auto Workers. El proceso requirió de cinco años para completarse, haciendo que Chrysler terminara como una empresa subsidiaria de la italiana Fiat.

Quizá la fusión más importante registrada con anterioridad en el sector fue la que tuvo lugar en 1998, teniendo como protagonistas nuevamente a Chrysler y a Daimler. La transacción, que tuvo un valor estimado de 38 mil millones de dólares, prometía hacer del nuevo grupo uno de los más dominantes del mundo, pero terminó nueve años después entre demandas de inversionistas y esfuerzos poco fructíferos de integración entre ambas organizaciones.

La alianza PSA-FCA llega en un momento distinto para la industria. Tanto PSA (que incluye las marcas Peugeot, Citroën, Opel y Vauxhall) como FCA son dos grandes corporativos europeos y esta fusión haría del grupo el cuarto más grande del mundo, por detrás de Volkswagen, Toyota y Nissan-Renault.

De acuerdo con varios observadores, la alianza haría que FCA tenga acceso a una tecnología de plataformas más sofisticada, desarrollada por PSA, y que puede acomodar motores de gasolina, diésel e incluso eléctricos, lo que haría que ambas empresas pudieran adaptarse con mayor facilidad a cambios en la demanda sin tener que realizar mayores inversiones en las líneas de producción. Si FCA mueve rápidamente algunos de sus modelos a las plataformas de PSA podrán beneficiarse de economías de escala y, por ende, de menores costos de fabricación. Por otro lado, y a diferencia de PSA, FCA tiene un buen trozo del rentable negocio de SUVs y pickups con las marcas Ram y Jeep, un segmento que por el momento parece estar resistiendo la caída de ventas generalizada.

Aún es muy temprano para poder hacer un pronóstico certero sobre el futuro de esta alianza. Sin embargo, la consolidación definitivamente podrá a ambas empresas en una mejor posición para hacer frente a los altos costos de desarrollo e inversiones requeridas en la era del automóvil eléctrico, compartido, autónomo y conectado.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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