Conocí a Miguel hace once años en lo que fue mi primera reunión del claustro del IPADE. Tendría alrededor de 70 años, pero una vitalidad enorme. Lo caracterizaba una chispa y una energía que contagiaba. Era un hombre con una agilidad mental única: cuando todos los demás apenas íbamos, el ya venía de regreso.

La historia del IPADE es también la historia de Miguel. Con más de 50 años de trayectoria, Miguel fue parte de la primera generación de profesores de esta escuela. Sus primeros pasos en esta institución fueron también los primeros de la maestría en alta dirección de empresa. Miguel fue el primer profesor de tiempo completo del área de Dirección de Operaciones y, por muchos años, su director. Miguel cultivó también grandes logros en su paso por la Dirección de Programas de Perfeccionamiento y Continuidad.

Miguel era un convencido de la capacidad y vocación industrial de nuestro país. Era un firme defensor de la necesidad de definir políticas industriales en México. Creía que México sólo podría ser competitivo en función de su habilidad para promover ambientes que atrajeran inversión e impulsaran el crecimiento económico del país. La mejor ilustración de esta competitividad era también su pasión: la industria automotriz.

Decía que la evolución de los sistemas productivos contemporáneos no podía comprenderse sin antes hacer un análisis profundo de la industria automotriz. Y efectivamente, los grandes paradigmas de dirección que tenemos provienen de ahí: desde métodos de producción en masa, hasta sistemas de calidad y producción esbelta. De hecho, se podría decir que Miguel fue uno de los primeros autores del país en hablar de la filosofía de producción japonesa y en acuñar el término “manufactura esbelta”, hace ya más de treinta años.

Como profesor de Operaciones tenía una frase, a modo de mandamiento: “comprarás, venderás, pero jamás fabricarás”. No era que pensara que esto debiera ser así, sino que buscaba crear conciencia entre los empresarios que es relativamente sencillo saber cuál es el margen cuando se compra y se vende, pero algo completamente distinto cuanto te enfrentas a gestionar procesos industriales, por ello era muy importante identificar aquellas partes del proceso que realmente creaban valor y buscar la productividad de los activos.

Para una empresa de carácter industrial, Miguel siempre resaltaba la importancia de medir y comprender la productividad de sus activos, esto es, el producto del margen (utilidad neta sobre ventas) y la rotación de activos (ventas sobre activos totales). Incrementar la productividad de la inversión en las empresas pasaba por reducir desperdicios, gastos de operación, costo del dinero o el incrementar la utilización de activos o precios. Sin embargo, para Miguel, la mejor definición de productividad tenía un sentido más humano: está en función de las habilidades, capacidades y el deseo de hacer, como él decía, la combinación del skill y el will. Por tanto, la productividad de la empresa se da en el hombre, no en la tecnología.

Miguel pensaba que una empresa no podía existir sin dos principios cardinales: promesa y cliente. Sólo las empresas capaces de cumplir, en forma consistente y eficiente, con las especificaciones establecidas y las expectativas ofertadas al cliente, son las que sobreviven. Por ello, procuraba retar a empresarios con una sencilla pregunta: “¿can you deliver?”

No me queda ninguna duda que toda su vida Miguel entregó y mucho, como profesional y como hombre de familia. Fue nuestro amigo, nuestro maestro, nuestro sensei. Recordaremos por siempre tu guía, tus palabras de aliento, tu amistad. Tu capacidad de entusiasmar no es sólo en vida, también desde el cielo.

Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School.

Google News

TEMAS RELACIONADOS