Son conocidas las impresiones sobre México del embajador estadounidense Joel R. Poinsett, botánico y promotor de la masonería de rito yorkino, pero la historia nos ha legado el testimonio de otros agentes, tal es el caso de John Watson Foster, quien fue representante en nuestro país entre 1873 y 1880, y publicó sus memorias bajo el título Diplomatic Memoirs (1909).

Por aquellos años, la comunicación de México con el resto del mundo era escasa; cada tres días llegaba un buque con periódicos y cartas desde Nueva York, y cada mes uno desde Europa. Foster lo recordó así: “‘La semana de correspondencia’ era un tiempo ocupado para los banqueros y comerciantes extranjeros, es decir, unos cuantos días antes de la llegada del vapor preparando la correspondencia que había que despacharse y los pocos días que el vapor estaba en el puerto, la correspondencia de retorno de la capital”. También relató la instalación de una línea de cable telegráfico que, sin embargo, no logró cumplir del todo su labor, debido a difíciles condiciones de clima y terreno.

Foster era un dedicado observador de la política nacional. Además de realizar una descripción detallada de la caída del presidente Lerdo, no se abstuvo de emitir su opinión sobre el gobierno de Porfirio Díaz, subrayando su poco interés por educar a la población en materia electoral: “Este defecto en el ejercicio de la franquicia no es peculiar de México, sino que es común a las naciones latinoamericanas con pocas excepciones. La falta de educación de las masas las hace indiferentes e incapaces de hacer un uso inteligente del sufragio y las prolongadas luchas que siguieron después de su independencia acostumbraron al pueblo a dirimir sus diferencias políticas por medio de las armas”.

Durante su estadía realizó viajes por toda la República. Una vez aprendido el idioma español, no dejaron de sorprenderle las curiosidades de la vida urbana. En un viaje a Xalapa, de tres jornadas a caballo por la montaña, le escribió a su hija sorprendido por la afición de los lugareños por los juegos de azar: “Lo que principalmente llamó nuestra atención fue que los garitos funcionaban en plena calle. Los mexicanos son muy adictos al juego, si bien me dicen los viejos vecinos que se ha operado en este sentido un gran cambio en favor de la moralidad, entre la gente del pueblo, en esta última generación. Pero nosotros los americanos no podemos criticar con demasiada severidad a nuestros vecinos sobre el particular, si se tienen en cuenta los informes que rinde la policía de nuestras ciudades”.

Por otro lado, queda claro que algunas cosas no han cambiado; Foster también dejó registro de la impresión que le causaron los temblores: “Por frecuente que sea su repetición, parece que inspiran un terror creciente y mayor, que es indescriptible y que parece invadir al bruto en mayor grado que al hombre. Sentir que la tierra, que es símbolo de solidez y firmeza para todas las cosas terrestres, tiembla y aparentemente cede bajo nuestros pies, inspira una emoción de tal naturaleza que nadie puede imaginarse sino aquellos que han experimentado un verdadero terremoto de los trópicos”.

Foster partió al final del primer mandato de Díaz, los siguientes años se trasladaría a Rusia, España y China, donde se volvió impulsor del Tratado de Shimonoseki, el cual pausó los conflictos entre los imperios chino y japonés. Aunque ya no regresaría a territorio mexicano, sus recuerdos se mantienen como una fuente valiosa para entender la cotidianidad de los finales del siglo XIX.

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