Para el inquilino del Palacio Nacional todo está bien en el país y el pueblo es feliz.

Según él, todo lo malo que ocurre en el país es para dañarlo, generado por la oposición y con fines oscuros.

El martes dejó boquiabiertos a más de uno: “Bueno, es un asunto de publicistas y por la temporada. Como hay elecciones, hay participantes que quieren sacar raja con algún tema y buscan generar miedo, temor, magnifican los problemas, que desde luego existen, de inseguridad. Todo esto es parte de la circunstancia. Yo lo que puedo comentar es de que la gente está muy tranquila, muy segura y, diría, feliz, así lo demuestra la encuesta del Inegi. El pueblo de México es feliz, muy feliz y no hay este ambiente que quieren posicionar con propósitos político-electorales. La verdad, la verdad, están muy despistados los estrategas, porque esto no les ayuda en nada, esa es mi opinión, no es por ahí”.

¡Zas!

Hay quienes se han dedicado a estudiar a quienes ven que hay un optimismo exacerbado. Por ejemplo, Samara Quintero y Jamie Long, en el artículo “Toxic Positivity: The Dark Side of Positive Vibes” (https://acortar.link/4YV8WY), definen la positividad tóxica como “la sobregeneralización excesiva e ineficaz de un estado feliz y optimista en todas las situaciones. El proceso de positividad tóxica resulta en la negación, minimización e invalidación de la auténtica experiencia emocional humana”.

Señalan que “como todo lo que se hace en exceso, cuando la positividad se utiliza para encubrir o silenciar la experiencia humana, se vuelve tóxica. Al no permitir la existencia de ciertos sentimientos, caemos en un estado de negación y emociones reprimidas”.

A su vez, el psicólogo Konstantin Lukin, advierte en “Toxic Positivity: Don’t always look on the bright side” (https://acortar.link/yr2e6u) que la positividad tóxica significa centrarse únicamente en las cosas positivas y rechazar cualquier cosa que pueda desencadenar emociones negativas.

Y con ello, se generan unas expectativas que no se corresponden a la realidad.

Y es que justamente la realidad pinta otra realidad.

El domingo pasado, la Conferencia del Episcopado Mexicano advirtió de riesgos que amenazan la estabilidad democrática por la violencia criminal que estamos viviendo.

Basta echar una mirada a hechos y cifras:

Según el PRI, 17 candidatos de distintos partidos han renunciado a sus postulaciones por amenazas de muerte, solamente en Michoacán.

Además, en todo el país, en el actual proceso electoral, 17 aspirantes, precandidatos y candidatos a un cargo de elección popular han sido asesinados

Por si fuera poco, los familiares y simpatizantes de los desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa atacaron Palacio Nacional y destruyeron una de las puertas laterales, utilizando de ariete una camioneta de la CFE, que habían robado.

Y lo peor es que no hay hacia dónde hacerse.

Para la CNDH y su titular, Rosario Piedra Ibarra, en la marcha ciudadana del pasado 18 de febrero hubo “expresiones y discursos racistas y clasistas, que, vistos desde una perspectiva de derechos humanos, atentan contra el Derecho a la Democracia, al normalizar la discriminación contra ciertos sectores de la población nacional y extranjera”.

¡Caramba! Un poco de dignidad, por piedad.

Monitor republicano

En otras cosas no menos importantes. Hay un vicio en el hablar cada vez más común: el “dequeísmo”, que consiste, según la Real Academia Española, en el uso indebido de la preposición “de” delante de la conjunción “que”, cuando la preposición no viene exigida por ninguna palabra del enunciado. El famoso “es de que”.

Ojalá no lo quiera incluir en los libros de texto gratuito.

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