Hace poco se conoció que uno de los hombres más ricos del mundo, Elon Reeve Musk, compró el 9.2% de las acciones de la red social Twitter y que fue invitado a formar parte de su Consejo de Administración, siempre y cuando se comprometiera a no poseer más del 14.9% de las acciones.  

La respuesta del físico, programador y empresario de origen sudafricano sorprendió a los directivos de la empresa, ya que anunció públicamente su intención de comprar Twitter por completo, ofertando la cantidad de 43,000 millones de dólares. Para buena parte de los accionistas y la opinión pública, esto se consideró como una actitud hostil por parte de Musk, por lo que se canceló la invitación previa a que fuera directivo y se inició una estrategia para tratar de evitar que aumentara su participación como accionista. Sin embargo, en días recientes la propia empresa anunció que ya había llegado a un acuerdo con el excéntrico multimillonario para que éste adquiera la red social.  

¿Por qué le interesa al hombre más rico del mundo adueñarse de Twitter? En una entrevista, Musk declaró que su oferta para controlar la red social tiene como finalidad proteger la libertad de expresión, pues en su opinión “Twitter se ha convertido en una plaza pública de hecho, así que es realmente importante que la gente tenga tanto la realidad como la percepción de que son capaces de hablar libremente dentro de los límites de la ley”.

El problema radica en que una sola persona, en caso de que en efecto se convierta en dueño de esa empresa, decidiría cuáles son los límites de la libertad de expresión. Recordemos que, en ocasiones pasadas, Twitter decidió cancelar el acceso al expresidente Donald Trump, después de la invasión al Capitolio, por considerar que el mandatario utilizó la plataforma para fomentar la violencia, el odio y la desinformación.  

Sin embargo, éste no ha sido el único caso en que se prohíbe a alguien comunicarse a través de esa red social. Por ello, me parece que la oferta multimillonaria para comprar Twitter no guarda proporción con las acciones que cotiza en la bolsa, sino más bien en el poder político y económico que significa influir en 200 millones de usuarios que diario utilizan su sitio. Ciertamente, los algoritmos permiten incidir en los contenidos que se ponen a nuestra disposición, además de que controlan nuestros datos personales y las preferencias que se desprenden de los personajes que seguimos y del tipo de información que nos gusta.  

En esa perspectiva, lo que está en juego es el bien más preciado al que podemos aspirar: la libertad. Para entender esto, cobra relevancia la obra del filósofo Isaiah Berlín, intitulada “Dos conceptos de libertad”. Este autor, que estudió Lenguas Clásicas, Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en la Universidad de Oxford, en donde terminó impartiendo clases, desarrolló el concepto de la “libertad negativa”, aquella que te permite ser libre de algo y superar cualquier interferencia que quieran imponerte otros individuos, colectivos o el Estado.  

El acceso a una plataforma de comunicación internacional “gratuita” te abre la puerta a la libertad de expresión. Pero aquel que es dueño único de esa red social o quienes coloca al frente, tienen el poder de obligar a los usuarios de Twitter a ajustarse a su criterio arbitrario de libertad que, al final, sería una forma de voluntad o, en palabras del filósofo, de “libertad positiva” por constreñir y esclavizar.  

Desde luego, lo ideal es que nosotros fuéramos los autores de nuestras vidas. Sin embargo, observo con preocupación que cada vez hay más puertas que atravesar para ejercer nuestra libertad y más lejos estamos de manejar el espacio de libertades que se ajustan a la voluntad del Estado.

Académico de la UNAM

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