En México, la muerte tiene muchas caras. En 2018, de acuerdo a datos del INEGI, se registraron 722,611 defunciones. De ese total, 88.4% (638,862) fueron provocadas por enfermedades y problemas relacionados con la salud. En esa categoría, las tres principales causas de muerte son las enfermedades del corazón (20.7% del total), la diabetes (14%) y los tumores malignos (11.9%).

Pero la muerte llega también por causas externas, por razones no relacionadas con el estado de salud de la persona. De estas, hay cuatro tipos principales: accidentes (34,589 decesos en 2018), homicidios (36,585), suicidios (6,808) y eventos de intención no determinada (5,556).

¿Qué incluye esta última categoría? Se trata de incidentes en los que una persona murió por alguna causa externa, pero en los cuales el médico legista no tiene elementos para reconstruir el hecho y definir si se trató de un homicidio, un suicidio o un accidente. Este rubro puede incluir lo mismo a cadáveres asfixiados que a personas con heridas de bala o arma blanca.

Habitualmente, esta es una categoría residual a la cual nadie le pone mucha atención. Pero un reporte reciente del INEGI, titulado Características de las defunciones registradas en México durante 2018, arroja datos interesantes sobre el tema (http://bit.ly/2Py2fu4).

En primer lugar, es un fenómeno que viene creciendo a mayor ritmo que la población o que las defunciones en general. Entre 2014 y 2018, el número de eventos de intención no determinada aumentó 28%. En términos de tasa, pasó en el mismo periodo de 3.7 a 4.5 por 100 mil habitantes.

En comparación con los decesos totales, estos eventos representan un porcentaje pequeño. Pero en algunos subgrupos poblacionales, son un fenómeno relativamente común. Entre las personas de 15 a 24 años de edad, fue la sexta causa de muerte más frecuente en 2018. Entre las personas de 25 a 34 años, se ubicó en el lugar número ocho.

Es posible que en estas categorías se escondan homicidios que no se cuentan en las estadísticas oficiales. Entre los eventos de intención no determinada, 15.1% de las muertes fueron provocadas por arma de fuego y 2.8% por heridas con arma blanca. Pero además, hay variaciones regionales interesantes. En Tabasco, por ejemplo, 30.6% de estos eventos estuvieron relacionados con armas de fuego. En cambio, en Aguascalientes o Chiapas, no hubo uno solo de estos casos con herida de bala.

La geografía de estos eventos es tal vez el dato más interesante. En 2018, el 35% del total de estas muertes con intención no determinada se registró en la Ciudad de México. En la capital del país, 41.2% de las muertes por causas externas cayeron en esta categoría. Es la única entidad federativa donde los eventos de intención no determinada fueron más numerosos que los homicidios. Se trata además de un fenómeno que viene creciendo a ritmo muy acelerado: entre 2014 y 2018, los eventos de intención no determinada crecieron 125% en la Ciudad de México. Y entre esos casos, los que involucraron armas de fuego o arma blanca aumentaron 280% en el mismo periodo.

¿Qué hay detrás de esto? ¿Hay algún factor institucional que haga a los médicos legistas de la capital más reacios a determinar si un evento fue un homicidio, un suicidio o un accidente? ¿O hubo un intento expreso de esconder homicidios en la Ciudad de México? No tengo buenas respuestas a estas preguntas, pero me parece que es algo que deberían indagar las autoridades capitalinas. Si hay o hubo esfuerzos explícitos por borrar homicidios, tiene que haber castigo. Y si el problema es de registro, sin mala fe, se tiene que corregir. Invisibilizar víctimas no es cosa menor.

alejandrohope@outlook.com / @ahope71

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