“Si los hombres fuesen ángeles, el gobierno no sería necesario…”

En mi columna anterior (http://eluni.mx/71yxc) escribí sobre Alexander Hamilton y su papel en la historia de Estados Unidos. Dentro de sus contribuciones, se encuentra la coordinación de El federalista, conocido en inglés como The Federalist Papers. Esta obra es una serie de 85 ensayos en los que también participaron John Jay y James Madison, quienes además formaron parte la delegación encabezada por Benjamín Franklin que negoció los términos del Tratado de París, que daría fin a las hostilidades entre Inglaterra y sus antiguas colonias en América.

James Madison, El federalista, no. 51

Al firmarse este tratado, Hamilton y otros revolucionarios empezaron a discutir el futuro del país. De estas conversaciones surgió la necesidad de una constitución que sustituyera a los denominados Artículos de la Confederación y que permitiera formar un gobierno federal sólido. En aquel entonces existieron dos grupos profusamente identificados: uno que pugnaba por que cada estado mantuviera su total independencia con respecto a los demás sin subordinación alguna, y otro que, como Hamilton, defendía una república federal.

De esta manera, se llevó a cabo una convención constitucional con representantes de los diferentes estados, donde se establecieron los parámetros, límites y artículos que debería tener la nueva constitución. Los delegados de esta convención llegaron a un acuerdo y aprobaron el texto constitucional en Filadelfia en 1787. Sin embargo, en muchos estados continuó la oposición a este triunfo del federalismo, entre ellos Nueva York, el estado adoptivo de Hamilton.

En ese sentido, el procedimiento establecía que la Constitución debía ser aprobada en convenciones locales por al menos nueve de los 13 estados. Con el ánimo de contribuir a las discusiones en torno a la viabilidad de este documento y promover su aprobación, Hamilton tomó la decisión de publicar ensayos en diferentes periódicos de Nueva York. Más tarde, estos serían replicados en otros estados y así nacería El federalista.

En estos textos, difundidos entre 1787 y 1788, se abordaron los aspectos positivos de un gobierno federal, la experiencia comparada y el espíritu del constituyente. Dado que Hamilton y Madison eran conocidos representantes de la Convención Constitucional, se tomó la decisión de que todos los ensayos se publicaran de forma anónima bajo el seudónimo de Publio, en alusión al cónsul que ayudó a derrocar al último rey de Roma, Lucio Tarquino el Soberbio, y con ello contribuyó a construir la República.

Como los ensayos se divulgaron sin mencionar a los autores y en diferentes momentos, no se sabe con exactitud qué ensayos fueron escritos por quién, pero se especula que Hamilton redactó alrededor de 51; Madison, 30, y Jay, por haber enfermado, no pudo participar más que con cuatro. No obstante, más allá de esta discusión, la relevancia histórica de El federalista yace en la influencia que tuvo en la difícil ratificación de la Constitución por parte de los estados.

Cabe destacar que los opositores a la Constitución, conocidos como antifederalistas, también fueron muy activos y publicaron decenas de artículos en los que señalaban que con la nueva constitución se perderían las libertades ganadas con la independencia de la Corona Británica. Sin embargo, al final la Constitución fue aprobada poco a poco por cada uno de los estados. Así, se establecerían las bases fundacionales de Estados Unidos y su gobierno.

Más tarde, El federalista se convertiría en una obra ampliamente difundida en América y Europa y sería traducida a múltiples idiomas. Todavía hoy es un escrito obligado para los estudiantes de derecho y para entender a las instituciones estadounidenses. Asimismo, algunos de sus ensayos son citados frecuentemente para hacer alusión a los límites del poder, los asuntos fiscales, la política exterior, el papel del Congreso y otros temas.

Por otra parte, los políticos suelen citar fragmentos de El federalista en sus discursos, ya sea para justificar sus propuestas de campaña o para criticar a sus adversarios. En resumen, es una obra que vale la pena revisar, discutir y reflexionar. Quizá también sea relevante hacernos la pregunta de si hoy en día Estados Unidos es el país que imaginaron Hamilton, Madison y Jay al defender un gobierno federal emanado de la Constitución.

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