“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido” (M. Kundera). La realidad argentina concreta a Kundera: en el almanaque, un día como hoy, 24 de marzo (cuando esto escribo), se conmemora El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Pero antes no era así. El calendario histórico tenía otras efemérides.

Hace 47 años comenzaba una pesadilla. M. Macri, ex presidente argentino, habla de “guerra sucia”, instalando la narrativa sobre la teoría de los dos demonios, ubicando de un lado las poderosas fuerzas armadas argentinas, del otro, a grupos organizados, dispuestos a dar la vida para cambiar la suerte de su país. También alude a las organizaciones defensoras de derechos humanos como un “curro”, es decir, actividades que se hacen por dinero.

En lo primero, lo que es evidente es la asimetría en el poder de los bandos: no guerra sucia, hablemos en plata (eso que tanto seduce a las derechas), lo que hubo fue masacre -pienso en Operación Masacre de R. Walsh, y lo que decía sobre éste O. Bayer, el historiador-: “No sé si Walsh quiso hacer con su máquina de escribir más pedagogía social que literatura”: “Las torturas y asesinatos que precedieron y sucedieron a la masacre de 1956 son episodios característicos, inevitables y no anecdóticos de la lucha de clases en la Argentina” (Walsh). Ahora veamos lo segundo, el “curro”, la ofensa de pensar en la acción, por ejemplo, de las Madres o las Abuelas de Plaza de Mayo, como mujeres que no hacen las cosas por convicción, sino por dinero (vale recordar el dicho popular de “que el ladrón cree que todos son de su condición”). Macri no cuenta la historia completa, de mujeres que pusieron el cuerpo frente a la caballería, los gendarmes, las macanas. También la vida, pues parte de las madres fueron víctimas de los “vuelos de la muerte”. No, eso no forma parte de lo que ha visto Macri, de su abecedario. Su cuna y talante le obstruyen la mirada

20 años después de esa operación masacre, ¿cuál es el método despiadado de estos militares? (esos que masacraron a los jóvenes y luego la emprendieron contra las madres). Señala Bayer apoyado en Walsh: “la bravata, el golpe, la intimidación, la tortura, el robo de las pertenencias, el asesinato”. Sí, el robo incluyendo a los bebés, se tiene que ser un miserable para llegar a eso, para robar “lo más preciado que puede tener una madre: nuestros hijos”. Esto lo decían las Madres en Plaza de Mayo, desoladas porque no aparecían los hijos en ningún lado. Después lo dijeron las Abuelas, en búsqueda de sus nietos, que es una forma de reencontrarse con sus hijos e hijas. El tiempo ha pasado y muchas de esas señoras, lastimadas en lo físico y en su condición de madres, ahora son ancianas (muchas muertas, entre ellas Hebe de Bonafini, en una conmemoración del golpe militar sin ella físicamente).

Sí, la encarnación del mal, vestida con uniforme militar. No solamente destruyeron a sus propios hijos. Cuando se dieron cuenta, una parte de los hijos biológicos, de los padres que tenían, rompieron con ellos; en principio cambiaron sus apellidos, no podían mantener la carga emocional de sentirse manchados de la sangre de muchachos y muchachas como ellos (Historias desobedientes). Hay que estar en

su piel para imaginar el dolor inmenso. Estos demonios, ninguna ficción, destruyeron -sin vínculos consanguíneos- a los padres y les saquearon los apellidos, los orígenes; a los otros, bajo la consigna -indiscutible- de Obediencia debida.

En esa lógica jerárquica militar, el saqueo y la muerte fueron lo ordinario. Un filón de la nueva operación masacre implicó el borramiento de la memoria a través del rapto de nietos y nietas, intentando destruir los vínculos entre las generaciones de padres e hijos. Al más claro estilo militar, la destrucción de los abastecimientos genéticos. Lo que ignoraron es que los canales de abastecimiento tenían que ver con los afectos. Lo veían más como una línea de mando, insisto, no como un encadenamiento de afectos. Por ello tampoco imaginaron los militares que la respuesta social se concretaría en Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS). El plan sistemático de destrucción, de silenciamiento, de disciplina a fuerza de golpes, del saqueo como negocios, generó la lucha contra el olvido y el silencio. La raíz de la violencia floreció con la esperanza del reencuentro con la identidad. Paradojas de la historia

Estas notas vienen a cuento porque el 23 de marzo, en una jornada de reflexión a 47 años del golpe de Estado en Argentina, en la Embajada de Argentina en México se realizó una emotiva ceremonia (mesa de reflexión, música y, lo infaltable, empanadas y sándwichitos de miga). El embajador argentino, Carlos Tomada, que es un hombre reconocido y querido en su tierra (por supuesto que también hay gente que lo odia), entregó a Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, un cd con el registro de los mexicanos que vivieron y sufrieron la represión de Estado en 1976.

Por su parte, Encinas entregó folios voluminosos de documentos, fichas personales, evidencia empírica por donde se le vea, que registran el seguimiento de la policía política mexicana, atenta observadora de los movimientos del exilio argentino, sobre todo del que tenía cargos jerárquicos en las organizaciones. Muchos años de “inteligencia militar”, todo el período del exilio adentro. La puerta giratoria de la política: se abrían las puertas a franjas de población argentina, al mismo tiempo que se hacían guiños a las fuerzas armadas argentinas (entre uniformados te veas) por la observación meticulosa de las operaciones -y el control- de sus connacionales.

Importante intercambio para fortalecer la lucha continental por ensanchar los derechos humanos.

Corolario: “Nos han quitado lo más preciado que puede tener una madre: nuestros hijos”. En esta historia dolorosa, cuántos retratos se siguen mirando, cuántas sensaciones coinciden en el “Aún siento tu caminar […] siento tu amor ausente” (E. Bechara y C. Pacheco). Frente a esta realidad, hay que tener una dosis de ética muy por debajo del umbral de lo humano, al referirse a estas historias como negocios. Qué bueno que los que llenaron la Plaza de Mayo -y otras plazas- son del tipo de hombres que crean historias sin firmas, cada uno de ellos, de nuevo como planteaba Walsh: “él tampoco es un héroe de película, sino simplemente un hombre que se anima, y eso es más que un héroe de película”.

(Profesor UAM)

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