“Llamo descolonización de la historia a una intervención intelectual que confronta los diferentes modos de dominación moderna, en la medida en que estos han configurado la escritura hegemónica de la historia moderna. Los modos más importantes o extendidos de la dominación moderna son el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado” (Santos, 2022). Este término, descolonización, está cada vez más presente en los espacios universitarios, en lo teórico y por la acción colectiva popular, en la que ocupan un lugar destacado las luchas de las mujeres.

No se puede escindir del proceso de colonización el “epistemicidio” –“la destrucción sistemática de las cosmovisiones, las filosofías y los conocimientos valorados por las poblaciones colonizadas- […] va de la mano con el genocidio y el lingüicidio” (Santos, 2022)-. En este combo problemático son actoras protagónicas las mujeres. Más allá de lo importante (y complicado) que sería el estudio de la condición de las mujeres previamente al proceso de colonización, de lo que sí hay evidencias es de que las mujeres colonizadas vivieron-viven el sometimiento de múltiples formas de violencia y discriminación, por ejemplo, violencia sexual –en sus distintas modalidades-, explotación laboral (ingresos y jornadas de trabajo diferenciados), confinamiento a las labores domésticas, negándoles derechos y libertades fundamentales.

Por los jalones modernizadores, se modificó el umbral del techo de cristal –como indicador de cambios y al mismo tiempo mecanismo de control de límites sociales para la presencia pública de las mujeres-, pero no desapareció. Es una historia vieja y actual, en el conjunto amplio de las mujeres, con marcaje principal en las mujeres indígenas y afrodescendientes, aunque las mujeres blancas no escapan a la distinción-exclusión, como destaca J-F. Bayart (2018): “la incautación de las instituciones de la República por parte de un personal político compuesto esencialmente de machos enarcas, poco inclinados a dejar el lugar a sus intrusos, ya sea que se trate de “indígenas” o de mujeres blancas”. El propio término “enarca” alude a un discurso de selección/exclusión, pues en él confluyen los pertenecientes a la selecta Escuela Nacional de Administración (Francia): hombres, blancos, franceses, europeos –no se admiten y/o aprecian mujeres, o en los procesos de capital social no despuntan, el techo de cristal revisitado-.

Estos problemas, presentes en una franja de las ciencias sociales, los han puesto sobre la mesa cotidianamente las colectivas configuradas en asambleas. Las estudiantes en las mesas de diálogo no han renunciado a la denuncia documentada de las violencias, a la crítica radical de la naturalización en la cultura de la opresión que han sufrido en las sociedades patriarcales y coloniales, en una interconexión que han hecho visible con sus demandas y repertorios argumentativos.

Su lucha es una crítica sin fronteras y acción colectiva que encara las estructuras coloniales, patriarcales y heteronormativas –en su concreción en la UAM- que han marginado y oprimido a las mujeres en lo doméstico en la Universidad, en lo macro, en nuestra sociedad.

En su agenda de discusión aluden a la interseccionalidad. No es un juego de palabras, sino parte de una matriz conceptual que visibiliza que las mujeres experimentan la opresión de manera diferente según su raza, etnia, clase, orientación sexual, género, condición escolar, entre los principales factores identitarios. La descolonización de las mujeres reconoce la importancia de abordar estas intersecciones y de luchar contra todas las formas de opresión que las afectan. En lo general, naturalizando la opresión, en la comunidad UAM o no veíamos que no veíamos o no se le daba el relieve que ahora la acción colectiva de las paristas ha develado. Una lección a procesar.

El concepto de autodeterminación, como la autodeterminación de las mujeres en defenderse, reconociendo las debilidades de la estructura social en tender un manto de protección hacia ellas (cohesión social, instancias jurídicas, para el caso, estructuras universitarias institucionales diseñadas sin considerar la diversidad de los actores universitarios, entre otras), se materializa en procesos de toma de decisiones que inciden en sus vidas, esto es, que tienen como correlato el control y cuidado de sus cuerpos y vidas. Se trata de un aprendizaje más.

Hablábamos al principio de la descolonización epistémica. Es una discusión teórica muy amplia, pero en lo concreto dirige su crítica a la marginación y opresión de las mujeres, subrayando las fuentes y diversidad de sus conocimientos, sensaciones y saberes. Los nichos de observación generados por la acción colectiva de las mujeres de la UAM, de las estudiantes luchadoras, articulan historias interconectadas por la violencia, frente a prácticas patriarcales manifiestas en actitudes de docentes, estudiantes y trabajadores que discreta o abiertamente, en lo ordinario, dejan ver que consideran a la mujer como objeto, manipulable, ser inferior.

Las paristas, con sus acciones, están escribiendo una historia nueva. Están renovando la Universidad, así como nos han puesto a estudiar y a sacar el diccionario más de una vez, pero también hay riesgos latentes en el torrente de múltiples sentidos y determinaciones. Marta Dillon, comentando un texto de Sara Schulman (El conflicto no es abuso, contra la sobredimensión del daño (Paidós), pone una luz roja (véase ¿Es el castigo sinónimo de justicia?, Página 12, 14/04/2023), ejemplificando como “sobredimensión del daño la persecución a feministas por las pintadas, calificadas como agresión a los bienes públicos”.

No podemos hacernos los distraídos frente a estos hechos, hay ejemplos que circularon en las redes por las pintas y afectaciones patrimoniales en las unidades de Iztapalapa y Xochimilco, que generaron juicios morales sobredimensionando el daño –siguiendo a Dillon, no es justificación, es un problema a discutir- desde parte de la propia comunidad uamera-. De manera más amplia, esta posición flota desde hace tiempo en la escena política mexicana. El fondo es aún más complejo, en la lectura desde la derecha: “Repudios colectivos, cancelaciones, pedidos de penas de por vida, puritanismo, condena al trabajo sexual, empoderamiento individual como respuesta a todo, ese es el ‘feminismo’ que captura la derecha” (Dillon, 2023). Claroscuros de una historia en curso.

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