El confinamiento, las restricciones a la movilidad, la suspensión de clases y otros factores, han generado afectaciones graves en las niñas y niños, en particular en las etapas de desarrollo y salud mental por falta de convivencia comunitaria y por segregación social. Afectaciones en su proyecto de vida por la deserción escolar y por el incremento de la desigualdad, y en su vulnerabilidad ante la violencia familiar, el incremento en homicidios y de los embarazos en menores de edad.
Un estudio elaborado en la Subsecretaría de Derechos Humanos da cuenta de indicadores devastadores: en materia educativa datos del Inegi muestran que, la deserción escolar se incrementó de manera drástica: 5.2 millones de estudiantes no se inscribieron en el ciclo escolar 2020-2021, por causas relacionadas con Covid o por falta de recursos. De éstos, 3 millones son niños y niñas.
La violencia familiar registró un incremento significativo durante la pandemia, registrándose máximos históricos de marzo a junio de 2021. Durante el primer semestre de 2021, se registraron 129 mil 20 carpetas de investigación por violencia familiar; lo que representa un incremento del 24% respecto al mismo periodo del año anterior revirtiendo la tendencia descendente en el delito.
En 2020, el 75.8% de las lesiones ocurrieron en el hogar. En el 73.3% de los casos, la persona responsable tenía algún parentesco con la víctima. Durante el primer semestre de 2021, los casos por parentesco alcanzaron el 66%. Las niñas y adolescentes son las más violentadas (93%).
Las violencias registradas entre enero y julio 2021, se concentraron en: violencia psicológica 38%; violencia sexual 29.7%; violencia física 26.3%; abandono o negligencia 4.5%; violencia económica 1.6%.
De acuerdo con estimaciones de Conapo: actualmente nacen más de mil bebés de niñas y adolescentes al día. En 2020 hubo 373 mil 661 nacimientos de madres adolescentes, de los cuales, 8 mil 876 son hijas e hijos de niñas menores de 14 años, embarazadas por un amigo, un familiar, un desconocido o el exnovio. La mayoría de éstos por violación sexual o matrimonios arreglados.
Datos de Renapo señalan que 4 de cada 100 nacimientos son de niñas madres menores de 17 años.
Las defunciones por embarazo, parto o puerperio en adolescentes mujeres de 15 a 17, ocupa el 6º lugar en motivos de muerte.
De 2018 a 2021 se registraron 4 mil 401 homicidios de NNA. En 2020 la tercera causa de defunción en niños (146) y sexta en niñas (120) entre los 1-14 años fue el homicidio y la primera causa de defunción en adolescentes hombres (961) de entre 15 y17 años. Desde 2017, se registran alrededor de 1 mil 500 homicidios anuales.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, en 2020 se registró una cifra sin precedente en suicidios de niñas, niños y adolescentes: mil 150 suicidios. La tasa de suicidios en NNA aumentó 12% (de 4.63 a 5.18) entre 2019 y 2020, llegando a un máximo histórico. Los suicidios de niñas y niños entre 10-14 años aumentaron 37% y 12% en adolescentes mujeres entre 15 y 19 años. El pensamiento suicida en adolescentes aumentó de 5.1% a 6.9% de 2018 a 2020. La conducta suicida en adolescentes aumentó de 4% a 6.0% de 2018 a 2020.
Por otro lado, entre el 1º. de enero de 2020 y el 10 de agosto de 2021, se registraron 4,325 niñas y niños desaparecidos en México. mil 470 niños (34%) y 2 mil 853 niñas (66%). Se observa un incremento en las desapariciones de adolescentes mujeres (15-17 años), presumiblemente víctimas de trata.
Ante este escenario es necesario instrumentar diversas acciones para revertir urgentemente esta situación. Por ello es necesario el regreso a clases y abrir los espacios públicos, bibliotecas y museos, fortaleciendo las medidas preventivas sanitarias, incentivando el cuidado comunitario y el autocuidado de niñas y niños, para evitar la propagación del virus.
Abrir los espacios de convivencia y educativos permitirá que las niñas y los niños comiencen a resarcir las afectaciones por el confinamiento. Las escuelas son lugares de formación, pero también de convivencia, al igual que la apertura de los espacios públicos, permitirá recuperar la interacción con la comunidad, permitiendo, ambos, prevenir y detectar las violencias de las que son objeto las niñas y niños.