El emblema de equipo grande se tiene que revalidar cada partido. El América nos enseña las veces que sea necesario, porque come aparte.

En la mesa de los que dividen plaza, las Águilas reciben aplausos del 50% de los aficionados y el otro 50% le mienta la madre.

Las hazañas se basan en diferentes pilares: poner los “huevos” , detalle que a algunos les falta, es simplemente un equipo con un ADN ganador, que no cualquiera tiene; se necesitan elementos especiales para sentir y vivir el americanismo al máximo.

Empecemos con el técnico Miguel Herrera , es el ideal para este equipo un tipo que polariza con sus declaraciones y decisiones, que los tiene bien puestos cuando hace falta, y que cuando se concentra en su trabajo ha demostrado que tácticamente es de los mejores estrategas que hay en la Liga MX. Arriesgarse a decir que por primera vez un equipo ubicado en la sexta posición sería campeón resume lo que es el Piojo.

Vamos al campo. Sin duda el reflejo de lo que significa un club como las Águilas es Guido Rodríguez; el argentino había salido muy caliente con el arbitraje en el juego de ida, pero ese coraje lo enfocó de gran manera en el Volcán y fue el mejor del partido, entrega, pundonor. Guido estuvo en todas partes, se comió la cancha y esa energía contagio al resto del plantel, un extranjero que desde que llego al equipo de Coapa entendió a la perfección la historia y lo que representa jugar para esta institución.

El ganar en una aduana que parecía imposible de la manera que lo hicieron fue una dosis anímica para los americanistas, lo que para mí los coloca como favoritos para llevarse su título 14; además de un gran plantel las Águilas cuentan con esos genes distintos a otros equipos, una genética ganadora y arrogante que, nos guste o no, hay que reconocerla, porque casi siempre todo lo que dicen con la boca lo sostienen en la cancha. No cualquiera llega al América y triunfa, no cualquiera entiende lo que significa portar la playera más odiada del futbol mexicano.

Por lo pronto los azulcremas han vuelto a callar bocas y me incluyo, la lección está aprendida; el América puede estar contra las cuerdas, pero jamás hay que darlo por muerto, al contrario, los jugadores demostraron que cuando mas dolidos están son más peligrosos, y que constantemente disfrutan los escenarios adversos. Los americanistas festejaron la remontada y el pase a semifinales, pero saben que lo único que importa es el título y ahí esta la gran diferencia con otros equipos, ahora el Morelia deberá jugar a la perfección contra el gigante que estaba dormido y que fue despertado por los Tigres.

Ese ADN que mostró no se compra en la tienda de la esquina, se construye partido a partido, se almacena en su vasta historia y se hereda de generación en generación.

No hay más que decir “Ódiame más”.

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