En Late Night, segundo largometraje de la cineasta Nisha Ganatra (con vasta experiencia en series de televisión), Emma Thompson interpreta a Katherine Newbury, una exitosa, elegante y culta conductora de late show televisivo, cuyo programa se ha mantenido por décadas, ha ganado muchos Emmys, pero al que, no obstante, la cadena que lo transmite quiere renovarlo, es decir, quiere correr a Newbury.

No es sencillo destacar en el medio televisivo estadounidense, y menos siendo mujer, amén que la actitud soberbia y ególatra de Katherine no ayuda: su tiranía, su desapego frente al equipo de escritores y si, su convicción de no hacer de su programa otro más del montón (prefiere mejor entrevistar a escritores y poetas que al más reciente Avenger), le han hecho perder rating.

En un pobre intento por corregir el rumbo, Newbury contrata a una nueva chica (cosa excepcional dado que el equipo de escritores del programa siempre ha sido un club exclusivo de hombres), Molly (Mindy Kaling), admiradora de Katherine y que, cliché manda, sus ideas ingenuas pero novedosas llevarán al programa a otros rumbos.

Resulta imposible no encontrar la obvia similitud entre esta cinta y The Devil Wears Prada (Frankel, 2006) donde otra tiránica y elegante mujer al mando (Meryl Streep), se enfrenta a la ingenua pero inteligente nueva empleada (Anne Hathaway) en un inevitable choque generacional y de visiones de empresa.

La diferencia es que el personaje de Emma Thompson es mucho más interesante que el cliché andante de Streep. Katherine Newbury es dura, tirana, pero también culta, con dudas, y vulnerable.

Estas capas permiten que el guión -escrito por la misma Mindy Kaling- encuentre los espacios para hacer una atinada y pertinente crítica sobre la posición laboral de la mujer en los medios: el techo de cristal, el machismo inherente en la televisión (la actriz y guionista trabajó muchos años como becaria en el programa de Conan O’Brian), la discriminación racial y de género, así como el doble rasero con el cual se califica a una mujer cuando comete un error laboral.

A diferencia de la ya citada The Devil Wears Prada, cuyo tándem cómico era indiscutiblemente eficaz (Hathaway y Streep), aquí la cinta descansa exclusivamente en los hombros de la impecable Emma Thompson cuyo personaje es interesante y divertido. Son sus dudas, sus miedos, su respuesta ante los retos, su condición de mujer de poder y la forma que es castigada por sus errores las que generan interés en la cinta. No así el personaje de Mindi Kaling, que aunque es chistosa, no resulta particularmente hilarante ni interesante.

En contra de la película juega el hecho de lo predecible de la trama. Sabemos perfecto cómo acabará todo al final para Katherine y Molly. Si acaso lo que sería interesante es que en una segunda entrega, la Katherine de Emma Thompson conociera a la Miranda Miranda Priestly de Meryl Streep.

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