Hay un momento rumbo al final de The Terminator (Cameron, 1984) en que la joven Sarah Connor (Linda Hamilton a sus 28 años) sufre una transformación notable. Veinticuatro horas antes, Sarah era un adolescente común: vivía en un pequeño departamento con una amiga, trabajaba en un restaurante como mesera, y en las noches intentaba salir con chicos, aunque su elección de patanes deja mucho que desear (el último la dejó plantada).

Sarah no sospecha que su vida está a punto de cambiar, que una máquina le arrebatará su adolescencia y su futuro. Pronto se transformará en la ruda mujer que entrenó al líder de la rebelión humana en la futura (pero segura) confrontación de la raza humana contra las máquinas.

Cuando James Cameron escribe The Terminator, no tiene en mente el Sci-Fi sino más bien el cine de terror. Con un presupuesto y un tono que la colocan en la categoría de las llamadas B-Movies, Cameron se inspira principalmente en películas como Frankenstein (Whale, 1931). En The Terminator, el monstruo será esta máquina de matar implacable que perseguirá sin descanso a sus víctimas.

En el cine de terror clásico, casi siempre existe una scream queen, una mujer cuyo rol en la historia es, básicamente, gritar y esperar a que alguien venga a salvarla. El rol de Sarah Connor en esta historia parece cumplir esa función: la mujer grita, huye del monstruo, y es rescatada por Kyle Reese (Michael Biehn) con una frase memorable: “Come with me if you want to live”.

La progresión de la historia parece confirmar que el personaje no tendrá otro objetivo más allá de ser la dama en peligro. Cuando Reese la rescata por segunda vez, ella ya confía en su salvador del futuro, lo escucha, le cura las heridas y -finalmente- tiene sexo con él.

Cameron pudo dejar las cosas así para Connor, pero rumbo al final, cuando Kyle Reese yace malherido y el imparable monstruo sigue tras de ellos, la mujer toma a su salvador, lo pone de pie y le ordena con un grito: “On your feet, soldier!”. La transformación ha ocurrido, Sarah ya no es la misma, su existencia hasta entonces rosa, propia de una adolescente ochentera, se ha esfumado. Connor sabe que el futuro es una pesadilla y que nadie más la rescatará, sólo ella misma.

Así, The Terminator puede ser muchas cosas, pero (al menos para quien esto escribe) la más interesante de ellas es la transformación de Sarah Connor. La película es en realidad la crónica de cómo una adolescente común y corriente pierde la inocencia de la peor manera: enterándose que no hay futuro, que la humanidad será cruelmente aniquilada y que la única esperanza es ella misma.

II

The Terminator fue un éxito en taquilla absolutamente inesperado, lo cual obligó a hacer una segunda parte, Terminator 2: Judgement Day (1991). Linda Hamilton de nueva cuenta interpreta a una Sarah Connor, quien ahora es un personaje completamente diferente: ruda, con brazos llenos de músculos, furia en la mirada y con el peso del mundo sobre sus hombros.

Vestida de jean negros y blusa del mismo color pero sin mangas, el personaje conserva su larga cabellera amarrada con una cola de caballo. Las gafas oscuras cierran el cuadro perfecto de su imagen cuasi heroica.

El aspecto físico del personaje -esos músculos en los brazos- fue una exigencia de James Cameron, a lo que Hamilton accedió, pero no así en cuanto al peinado. La actriz ha comentado en entrevistas que el director le pidió que se cortara el pelo muy cortito, como soldado, pero ella se negó a hacerlo porque no creía conveniente hacer de Connor una mujer masculinizada: Sarah Connor está llena de furia, sabe manejar armas, se conduce con disciplina militar, pero no por ello menos femenina.

Por encima de todo lo anterior, Sarah Connor es además una madre, estricta, dura, que todo el tiempo ha estado educando a su hijo para lo peor, enseñándole, literalmente a sobrevivir.

Terminator 2 es una de las mejores secuelas en la historia del cine, deslumbrante por sus efectos especiales de avanzada, una trama interesante, giros de tuerca y mucha acción. Y al centro de todo ello está una mujer, Sarah Connor, quien ahora ocupa un lugar entre las mujeres rudas del cine junto con Pam Grier y Sigourney Weaver.

III

Luego de aquel éxito, las secuelas han intentado igualar el fenómeno de las dos primeras películas. El fracaso en esa tarea ha sido descomunal. En tres intentos, ninguna de aquellas ha logrado siquiera traer al imaginario colectivo nuevos personajes o generar una conversación positiva de la marca. Todo lo contrario: el cine de Terminator se convirtió en sinónimo de mal cine.

La nueva entrega (que borra de tajo las tres últimas cintas) no logra tampoco igualar en calidad a las originales, pero al menos se decide por una vía que suena interesante: las mujeres como factor de cambio.

En esta última entrega, Dani Ramos (Natalia Reyes) es una adolescente mexicana, común y corriente, que trabaja en una fábrica automotriz en la Ciudad de México. Un terminator llega del futuro con la misión de aniquilarla. A la par -y también del futuro- una mujer llamada Grace (Mackenzie Davis) llega para tratar de salvar a Dani.

Grace no es una terminator, pero tampoco una humano, es una “enhanced”, una mujer mejorada con ciertas partes mecánicas que le permiten ponerse al tú por tú (aunque sea por unos minutos) con los terminators.

Y en medio de todo ello, llega además Sarah Connor (Linda Hamilton, a sus 63 años de edad) quien en cierta forma termina salvando a las dos chicas. Así, aunque la historia es la misma de siempre, aquí hay un cambio importante: se trata de una película con mujeres salvando mujeres y entre todas ellas protegiéndose de hombres (robots) que afanosamente las quieren matar.

Terminator: Dark Fate pasa sin problema el Bechdel Test. Es una película extrañamente feminina donde si bien en algún punto el terminator original (Arnold Schwarzenegger) entrará en escena, no es el gran salvador de todas ni mucho menos. El control total de la película lo tienen las mujeres.

Otro hito en esta cinta es la edad y la apariencia de la protagonista. Connor porta sus arrugas con orgullo, no hay maquillaje digital ni mucho menos. Se trata de un privilegio usualmente reservado para actores hombres. Aquí no obstante, la heroína es una mujer de 60 años que se jacta de ser cazadora de terminators.

El arco de Sarah Connor es el de la constante transformación, la lucha interminable, la furia casi materna de una madre cuyos hijos somos todos. El futuro, según esta película, es femenino, mexicano y además indocumentado.

Gracias por todo, Sarah.

Google News

TEMAS RELACIONADOS