En algún momento de Trainspotting (1996) -la opus magna de Danny Boyle- el incorregible junkie protagonista de la historia, Renton (Ewan McGregor en el papel de su carrera), reconocía, voz en off, que las drogas al inicio se sentían bien: “no somos estúpidos, si doliera no lo haríamos”. El problema, claro, viene después, con la adicción y la posterior abstinencia.

El enfoque de Trainspotting resultaba novedoso. Hasta entonces, la estrategia de combate contra las adicciones en Estados Unidos (campañas como el clásico This is Your Brain o Just Say No del gobierno de Reagan) consistía en infundir miedo sobre el potencial peligro en el consumo de las drogas. Historias de adolescentes que con tan solo una vez de probar la marihuana se habían vuelto dementes o lanzado por la ventana eran la herramienta para “educar” a la juventud de norteamérica.

La ópera prima del premiado guionista Donick Cary (ganador del Emmy por su trabajo en Los Simpsons), Have a Good Trip: Adventures in Psychedelics (USA, 2020) va en sentido contrario a todos esos videos “educativos” sobre las drogas.

En su documental, Cary recoge los testimonios a cuadro de una larga lista de comediantes, actrices, actores, músicos y demás personalidades del mundo del espectáculo, para que cuenten a cuadro sus historias de viajes psicodélicos consumiendo ácidos, hongos y demás sustancias psicotrópicas.

Bajo el lema “Las drogas son peligrosas pero también divertidas”, estas personalidades del espectáculo desmitifican el uso de alucinógenos como una experiencia de vida que todo ser humano debería experimentar al menos una vez. La narración de sus historias va acompañada de animaciones (hechas por diferentes artistas) que “ilustran” las experiencias surreales que vivieron estos artistas en sus no pocos viajes de ácido.

El primer testimonio viene del cantante Sting, el cual acepta no solo que ha consumido varias veces ácidos, sino que además cataloga sus viajes alucinantes como una “valiosa experiencia”, siempre y cuando tengan cierta intencionalidad: no en pocas ocasiones el cantante ha recurrido a estas drogas como método de inspiración para componer. “Se necesita tener una intensión, si te metes ácidos sólo para ponerte mal, te pondrás mal”.

Personalidades como Carrie Fisher, Sarah Silverman, Ben Stiller, Donovan, Adam Horovitz y hasta el mismísimo Anthony Bourdain cuentan con entusiasmo, y hasta cierta nostalgia, sus aventuras psicotrópicas, que van del atasque absoluto (Bourdain describe su primer escapada en drogas como todo un viaje que incluyó modelos, vodka, marihuana y cocaína), la diversión plena (Carrie Fisher -a quién John Belushi le enseñó sobre los ácidos- nadando topless en una playa mientras unos turistas chinos le tomaban fotos a la mismísima Princesa Leia), hasta lo ingenuo, como es el caso de un Ben Stiller cuyo única experiencia con los ácidos terminó en una llamada a su padre, el recién finado Jerry Stiller, quien se encontraba en locación y que no entendía bien a bien de qué le hablaba su hijo.

El documental también incluye algún testimonio de un médico que habla sobre las propiedades terapéuticas de los alucinógenos, como cura para la depresión, la ansiedad, y otros males. El problema es que la investigación al respecto se vio truncada en los 80’s con las campañas antidrogas del gobierno de Ronald Reagan.

¿Cuál es el objetivo de todo esto?, ¿promover el uso de los alucinógenos? La respuesta tajante es si. En no pocas ocasiones los entrevistados incluso dan algunos tips para los viajeros en ácido: no te mires en el espejo, escoge muy bien el lugar donde lo harías, de preferencia no lo hagas solo, acompáñate de gente de confianza, ten un objetivo, nunca manejes drogado y, si puedes, escucha a The Grateful Dead.

Se trata pues, de desmitificar la experiencia, de quitarle el halo de prohibición y de miedo. Aunque claro, ninguno de los entrevistados cuenta sobre malas experiencias, o malos viajes, pero reconocen que existen aunque son los menos. La frase “life enhancer” se utiliza al menos una vez para describir a los ácidos, y ninguno de los entrevistados -excepto Carrie Fisher- admite haber tenido problemas de adicción.

Si el discurso sobre las drogas usualmente va ligado con el miedo, este documental habla de lo mismo pero desde el gozo. No deja de ser un punto de vista interesante, pero el material inevitablemente genera cierta desconfianza por el tomo extremadamente optimista con el que hablan sobre el tema, al punto casi de hacerlo banal.

Las animaciones y el tono jocoso revelan cierta desesperación en sobrevender la experiencia como algo que, literalmente, cambia la vida. En todo caso, el documental cae en lo mismo que pareciera criticar: si las campañas sobre las adicciones están basadas en el miedo, esta campaña en pro de las drogas psicodélicas está basada en el gozo extremo de la experiencia “única”. Dos posiciones polarizadas donde definitivamente hace falta un punto medio.

Have a Good Trip

está disponible en Netflix

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