Hay toda una generación en México que se pregunta: “¿En qué momento perdimos al país?”. Pero la siguiente pregunta, dice Fernando Llanos, es más interesante: “¿Cómo carajos lo vamos a recuperar?”.

Hace 15 años este artista visual, dibujante virtuoso, editor, maestro y curador tenía 28 de edad y era pionero del video en línea y el arte electrónico experimental. Me dijo entonces: “El abismo entre arte y sociedad es algo que debe preocuparnos. ¿A quiénes le hablan los artistas de hoy?” Y agregó: “Sería importante que nos involucraran ahí donde podemos aportar algo, pero no lo hacen (…) hay que apostar por los contenidos, por aquello que tenemos aquí en nuestro contexto y que nos hace diferentes al resto del mundo”.

Entonces no imaginaba que un documental suyo, Matria, resultaría ganador en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2014, que regresaría a vivir a esa ciudad donde pasó parte de su infancia después de Ciudad Satélite y antes de irse a estudiar a Florencia y a La Esmeralda. Tampoco imaginaba la violencia y la barbarie que venían y la delincuencia organizada devorándolo todo. O que sería precisamente en Michoacán, uno de los cinco estados más violentos de México, donde esa inquietud social que hierve en su interior cobraría forma en un proyecto como Arte y resistencia.

Todo comienza con un momento. Y es el instante del hartazgo, cuando la comunidad purépecha de Nahuatzen, jamás escuchada por las autoridades, harta de la inseguridad y la extracción de sus recursos, de los talamontes y de la amenaza permanente del crimen organizado, incendió un camión de comida chatarra. Y entonces sí “el mundo se dio cuenta que existimos”. Precisamente ahí, en el pueblo más pobre del estado, Llanos y su equipo (Diana Manrique, Yurixhi Ochoa, Jessica Herreman, el fotoperiodista purépecha Juan José Estrada Serafín y Ahmed Ali Ozsu, en la producción) decidieron registrar no sólo la rabia y la desesperación, sino la fuerza de la cultura, la lengua, la unidad y el fuego, que arde dentro del corazón purépecha, en la organización. Y, a través del arte, encender en los demás la empatía.

El proyecto retrata la búsqueda de la autonomía de los pueblos de la meseta purépecha y se desarrolla en tres plataformas: el documental Kuri, somos fuego; la creación de una “Embajada Purépecha” y la exposición El Monumento al Diálogo Forzado.

Lejos de la sordidez de la cruda realidad que vemos en los noticieros televisivos, en el documental es una niña la que narra junto a un muñeco que representa al dios del fuego. Así entendemos el significado del fuego para ellos. Presente en su historia, en su cosmogonía, en las fogatas donde es símbolo de unión y armonía, en el fogón donde cocinan, en la bandera purépecha, en la ceremonia de año nuevo… “también lo usamos cuando no nos escuchan”, dice la niña. Y lo mismo que Cherán, Nahuatzen decidió “salir a combatir al monstruo”. Lo dicen cantando: “Necesitamos volver a la honorabilidad (…) que los niños no crezcan con miedo”.

El Monumento al Diálogo Forzado es la reproducción en madera de aquel camión incendiado, como símbolo de la resistencia. Realizada con manos purépechas, se exhibe en el Centro Cultural Clavijero de Morelia y se mostrará a principios de 2020 en la Casa del Lago de CDMX.

La “Embajada Purépecha” consiste en que 10 jóvenes, mujeres y hombres de la región hagan, con apoyo de las universidades, una residencia en Morelia y luego en Ciudad de México. La idea es que otros jóvenes los reciban en su casa por un tiempo, se suscite el diálogo y el intercambio de saberes. Se lanzará una convocatoria en enero próximo.

Arte y resistencia se integró a Cultura Comunitaria y Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura y también tiene apoyo de la UNAM.

¿Por qué lo haces Fernando? “Porque amo México. Porque quiero que mis hijos en 20 años puedan pasar libremente por donde yo pasé, que vean las playas que yo vi… y piensen que lo mejor está por venir.”

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