Abigaíl Martínez

El segundo debate entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos ha sido oficialmente cancelado. El pasado jueves, la Comisión de Debates Presidenciales anunció que el segundo encuentro, programado para el 15 de octubre, tendría un formato virtual, con el objetivo de proteger la salud y la seguridad de los participantes. Este cambio se debió al diagnóstico positivo de Coronavirus del Presidente Trump, quien incluso fue hospitalizado un par de días. Unas horas después de que la Comisión anunciara el cambio de formato, Trump comunicó que él no participaría en un evento remoto, y demandó que se realizara de forma presencial.

La campaña de Biden rechazó dicha propuesta, pues a pesar de que los médicos del Presidente lo dieron de alta y le autorizaron retomar su agenda de viajes, existe preocupación respecto al riesgo de contagio que representa Trump, pues la Casa Blanca no ha querido transparentar las fechas de las últimas pruebas negativas del presidente antes de anunciar su contagio.

¿Quién gana y quien pierde con la cancelación del segundo debate?

Después de ver su actuación en los debates con Hillary Clinton y la del pasado 29 de septiembre, es claro que para Trump estos espacios no son oportunidades para contrastar ideas o propuestas, sino para dar muestras de “carácter” y dominancia. Para él, estos ejercicios se tratan de avasallar al contrincante, por medio de estratégicas más físicas que retóricas. Todos recordamos cómo durante los debates con Clinton, Trump se enfocó más en acosarla con su cuerpo, caminando y posicionándose detrás de ella mientras hablaba. En el debate más reciente, Trump se dedicó a gritar sobre la voz de Joe Biden, interrumpiendo su exposición de argumentos con negativas y críticas, y no con contraargumentos o propuestas de política pública. Tiene sentido que Trump se rehúse a participar en un foro virtual, en el que se limitaría su proyección física, y en donde el control de los micrófonos haría imposible utilizar su táctica favorita: la imposición de su voz sobre los datos y la evidencia.

La insistencia de buscar un debate presencial, además de convenir más al estilo del Presidente, también está alineada al mensaje que dio Trump tras el anuncio de su contagio: no permitir que el Coronavirus “controle la vida” de los ciudadanos americanos. Es lógico que el Presidente siga buscando subestimar la pandemia, que quiera hacer de sí mismo un vivo ejemplo de cómo el padecimiento “no es grave”, y argumentar que la crisis ha sido sobredimensionada por los demócratas como parte de una táctica política. Este argumento es útil también para alejar la mente de los votantes de la otra posible explicación de los altos índices de contagio y mortalidad: una administración incompetente y un “grupo de trabajo” comandado por el Vicepresidente que no pudo mantener a salvo ni siquiera al Presidente.

La cancelación del debate pareciera favorecer a Trump desde una perspectiva numérica si nos enfocamos en los resultados de la evaluación de su desempeño en el primer encuentro. De acuerdo con FiveThirtyEight, Joe Biden recibió mejores calificaciones que Trump en el primer debate respecto a su desempeño general y propuestas de política pública. Sin embargo, los números respecto a las preferencias electorales apuntan en otra dirección. Al día de hoy, diversas encuestas anuncian una ventaja electoral de hasta 10% en favor de Joe Biden y una mayor probabilidad de victoria, por lo que quizás Donald Trump debería aprovechar cualquier oportunidad para atacar a su contrincante y busar acortar la brecha en las preferencias.

Aún así, existen dudas sobre la eficacia que pudiera tener Trump para atraer el voto de los indecisos debido a sus controversiales planteamientos. En el primer debate Trump hizo dos declaraciones altamente divisivas: primero, su negativa a condenar a grupos de supremacistas blancos en el marco del movimiento #BlackLivesMatter, y, después, su negativa a aceptar los resultados de la elección, a contracorriente de la larga tradición institucional norteamericana. Una controversia de esta naturaleza podría transformar la dinámica política del país de forma significativa. Cuestionar los resultados de las elecciones presidenciales no ha sido una práctica común o aceptada, aún cuando desde el año 2000, 2 candidatos demócratas, Al Gore y Hillary Clinton, han ganado el voto popular y han perdido la presidencia en el Colegio Electoral. Que un candidato republicano sea el primero en abrir la puerta de la controversia electoral podría sentar un precedente político muy importante para el sistema electoral americano.

Por su parte, Joe Biden decidió seguir adelante con el programa, y replanteó lo que iba a ser el segundo debate como un evento para su campaña. Para dicho ejercicio se tenía previsto que ambos candidatos respondieran a preguntas de ciudadanos en formato de asamblea. Joe Biden acordó con la cadena NBC llevar a cabo este evento, en el que sólo participarán él y la audiencia, lo cual le dará proyección a nivel nacional y la oportunidad de presentar las propuestas que Trump le impidió comunicar durante el primer debate.

El tercer debate está programado para el 22 de octubre, y hasta el momento, se espera la participación de ambos candidatos. De acuerdo con lo planteado por la Comisión de Debates, lo más probable es que el formato de el último encuentro sea parecido al del primero. Para muchos, éstas son malas noticias. Cancelar el segundo debate y regresar al formato del primero presenta el riesgo de que se repita el mismo ejercicio infructuoso que dejó mucho que desear en términos de fondo y de forma, de acuerdo con diversos analistas norteamericanos. De ser así, los ciudadanos norteamericanos tendrán que conformarse con presenciar una discusión estéril más, y la contienda americana seguirá en la espera de un debate que no será.

Abigaíl Martínez

@abi_mt

Licenciada en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y Maestra en Políticas Públicas por Macquarie University. Se especializa en análisis político, vinculación y comunicación estratégica. Conduce el programa “Política 101" en Inkoo y colabora quincenalmente en el portal gluc.mx.

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