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María Isabel Cruz Bernal ha escuchado una y otra vez cómo las autoridades federales piden a los mexicanos quedarse en casa para prevenir más contagios por coronavirus (Covid-19); sin embargo, ella considera que buscar a su hijo desaparecido es una actividad esencial y por eso rompió la cuarentena.
Una vez a la semana esta mujer se pone guantes, cubrebocas, lentes, pasamontañas, una indumentaria especial para proteger su ropa y sale de su casa en Culiacán, Sinaloa, en busca de Yosimar García Cruz, un expolicía municipal del que nadie sabe nada desde hace tres años.
Aunque Isabel y los integrantes del colectivo Sabuesos Guerreras siguen saliendo a la calle, también toman medidas de protección contra el Covid-19, por ejemplo, redujeron la cantidad de recorridos que realizan a la semana y el número de personas que participan, además de que utilizan cubrebocas y otros insumos para protegerse.
Sabuesos Guerreras está conformado por más de 370 madres de familia, quienes ahora se van turnando para que todas puedan salir a buscar a sus seres queridos.
“La necesidad de salir a buscar es mucha, esto calma un poquito el vacío en el estómago. La verdad es que, aunque salimos protegidas, a veces se nos olvida que existe el coronavirus, nosotras ya estamos muertas en vida, qué nos puede hacer un virus si la peor plaga ya nos hizo el peor de los daños: desaparecer a nuestros hijos”, afirma.
Incluso Isabel relata que el pasado 9 de abril, cuando su colectivo descubrió restos óseos en la comunidad de Palmillas en Culiacán, peritos de la fiscalía les comentaron que todo lo que encontraran lo guardaran en una bolsita y después se los entregaran para analizarlo.
“Hasta ahora no hemos recibido ningún comunicado de las autoridades para que dejemos de hacer esto, y si en algún momento nos van a coartar nuestro derecho a salir, que nos expliquen cuál va a ser la dinámica para que ellos busquen a nuestros familiares”, reclama Isabel.
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En Sinaloa, los familiares de las víctimas han aprendido a convivir con esta clase de respuestas. Isabel vivió la indiferencia en carne propia el 26 de enero de 2017, cuando vio por última vez a Yosimar y el Ministerio Público no le dijo cómo le harían para encontrarlo.
Hasta ahora la única hipótesis de las autoridades es que Yosimar pudo haber sido víctima del mismo grupo delincuencial que el 30 de septiembre de 2016 emboscó un convoy militar en Culiacán, Sinaloa, que dejó seis soldados asesinados.
“Mi hijo fue uno de los primeros que llegó a auxiliar a los militares, a raíz de eso empezó la cacería de todo el grupo de policías municipales que ayudaron a los del Ejército. Todos están muertos, no hay uno que quede vivo, pero todavía no sabemos si eso es lo que le ocurrió a Yosimar”, relata Isabel.
Las actividades realizadas por el colectivo Sabuesos Guerreras reflejan que el dolor de una madre no descansa ni en tiempos de coronavirus, por ese motivo es que las familias de víctimas han extendido su rastreo al municipio de Navolato, moviéndose de norte a sur y de este a oeste en busca de una señal que les devuelva el alma al cuerpo.
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En el caso de Isabel, ella sigue a la espera de que la fiscalía de Sinaloa le informe si su hijo está entre los restos calcinados que el colectivo ha encontrado con el paso del tiempo.
“Ojalá que nos dejen seguir buscando, porque si no, quiénes lo van a hacer, quiénes van a buscar si ahorita las autoridades están muy ocupadas en otros asuntos, por eso decimos que si no nos van a ayudar, que no nos estorben”, expresa Isabel.