La producción de alimentos es un asunto de sumo interés para el ser humano, en especial cuando el crecimiento desmesurado de las ciudades incide directamente en el abastecimiento de los frutos del campo.

Debido a este panorama, la actividad agrícola se ha intensificado. A partir de la década de 1970 y hasta la actualidad, la población mundial se duplicó, por lo tanto, la generación de alimentos se triplicó a nivel mundial y el uso de la tierra aumentó en menos de 15%[1].

Por esta razón, la presencia del trabajador agrario es pieza clave en la alimentación. En México, los agricultores registran 38.3 horas laboradas durante 5.44 días a la semana, cuyas entidades con mayor número de ellos son Chiapas, Guerrero y Veracruz de Ignacio de la Llave[2].

A su vez, en América Latina hay aproximadamente 107 millones de jóvenes (17%), de los cuales 21 millones habitan en zonas rurales[3], mientras que en México viven 1.69 millones de personas de 15 a 29 años (11%) que se dedican al sector primario[4].

Con motivo del Día del Trabajador Agrícola, se debe resaltar la participación de las nuevas generaciones en las labores del campo, principalmente cuando la población de 48 años, en promedio, es mayoría en dicho rubro.

Mediante carreras agropecuarias, creación de profesiones agrarias, becas, programas de gobierno, capacitaciones técnicas, así como entrenamientos para desarrollar sus habilidades en los agronegocios se busca involucrar a los jóvenes en el ámbito campesino.

2020, año de cambios

A partir de 2020 la actividad agrícola sufrió ligeras afectaciones debido a las disposiciones impuestas por la pandemia, como el distanciamiento social. Tales restricciones vulneraron la dinámica de los jóvenes agricultores, quienes crearon nuevos canales de venta y estrategias de comercialización diferentes.

Los jóvenes que trabajan en el sector agrario contribuyen con sus conocimientos para encaminarse hacia la transición agroecológica con el objetivo de elevar la producción de cultivos y, por ende, cuidar del equilibrio medioambiental.

Para ello fusionan prácticas tradicionales con métodos modernos a fin de obtener el mejor rendimiento del suelo, mientras evitan su erosión, agotamiento y degradación; asimismo acceden a tierras de cultivo y colaboran para poner fin al Hambre Cero, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Aproximarse al cumplimiento de esta meta significa una mayor producción de alimentos y su suministro, además de que las personas contarían con una dieta saludable y nutritiva, escenario en el que las nuevas generaciones de agricultores tienen la oportunidad de unir la sabiduría tradicional del campo con la innovación.

Tecnología, el siguiente paso

Entre 2020 y 2021, el área de cultivo cosechada en México estuvo por debajo de los 19 millones de hectáreas, situación que no ocurría desde hace 12 años[5].

El uso de herramientas tecnológicas que hagan más eficientes a los nutrientes da paso a fertilizantes foliares, bioestimulantes y mecanismos que permiten tener productos agrarios seguros para toda la población, incluso con técnicas que prescinden de superficies cultivadas.

Incrementar la participación de los jóvenes agricultores a partir de iniciativas públicas elevará la productividad y eficiencia; incluso evitará crisis de escasez alimentaria.

Los jóvenes son factores de cambio, por lo cual se debe fomentar su intervención en el campo, un área en la que, además de proveerles empleo, se involucrarán en pro de la seguridad alimentaria a través de sistemas sostenibles, mientras se encaminan hacia métodos que restauren el equilibrio medioambiental y suministren productos agrícolas de calidad a la población mundial.

Apoyarlos para encontrar en el agro un futuro rentable es tarea de todos por lo que seguiremos resaltando su papel esencial y proveyéndoles de herramientas digitales que fomenten su interés en la digitalización agrícola.

Gerente Agronómico de Yara México

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