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Fue a las 10:25 horas cuando Andrés Manuel López Obrador se convirtió por tercera vez en candidato a la Presidencia de la República. En un hotel en el Centro Histórico de la Ciudad de México ratificó que serán “primero los pobres” y advirtió que gobernará rayando en la locura.

Domingo por la mañana. López Obrador se encerró en el hotel Hilton y, a mano alzada, sin que nadie lo increpara, fue ungido candidato presidencial.

Llegó al evento, donde se completaría el trámite legal que lo designa como candidato de Morena a la Presidencia en un auto semi- compacto blanco; subió hasta el segundo piso. Decenas de simpatizantes que no entraron al salón lo recibieron con gritos de “presidente, presidente”.

Dentro lo esperaban sus más leales, aquellos que eventualmente, si gana los comicios del 1 de julio, integrará a su gabinete, y otros, los que se han ganado su simpatía, pese a que en el pasado fueron beligerantes en su contra

Ahí, en el día del ascenso a la tercera candidatura presidencial de López Obrador estaban Tatiana Clouthier, Alfonso Romo, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Gabriela Cuevas, Ifigenia Martínez, Alfonso Durazo, Yeidckol Polevnsky, Delfina Gómez, Higinio Martínez, Mario Delgado, Horacio Duarte, Sergio Mayer, Félix Salgado Macedonio, Porfirio Muñoz Ledo y el cuestionado delegado en Tláhuac, Rigoberto Salgado, entre otros.

Entró al salón y se sentó al lado de su esposa Beatriz Gutiérrez Muller. Hubo un pronunciamiento de Horacio Duarte. A mano alzada sus simpatizantes lo aclamaron y le tomaron protesta.

El tabasqueño dio un discurso de 30 minutos exactos: presentaría al menos medio centenar de propuestas que llevará a cabo, dijo, al ganar la Presidencia de la República. Insistió en que no vivirá en Los Pinos, en la amnistía para criminales, en abatir la corrupción y comprometió respeto a la prensa.

Terminó su discurso y salió del salón en medio de una nube de cámaras, micrófonos y reporteros. Caminaba entre los empujones de quienes le hicieron una especie de valla para protegerlo. Dándose tiempo para tomarse una selfie.

Caminó hasta el salón contiguo. Fue hasta la mesa principal y quedó al lado izquierdo de la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, y más allá Horacio Duarte. Frente a ellos una especie de pecera que sirvió de tómbola para definir candidaturas plurinominales.

Pero, en ese encuentro privado, López Obrador puso sobre la mesa varios nombres y llamó a la unidad. Los planteamientos presentados por el candidato presidencial y avalados por los consejeros, sin debate, fueron los de Napoleón Gómez Urrutia, Gabriela Cuevas, Olga Sánchez Cordero, Germán Martínez Cázares, Ifigenia Martínez y Porfirio Muñoz Ledo.

Concluyó la jornada electiva al filo de las 12:53 horas. López Obrador salió del salón tras decirle a la prensa, “ya hablé bastante”, y organizaba a los periodistas diciéndoles quienes hablarían en una conferencia, y les sugería donde estar.

Le preguntaron sobre cuando regresaría a México el líder sindical minero, exiliado en Canadá, Napoleón Gómez Urrutia. Esbozó una sonrisa picarona. “Platiquen ahí, ahora les van a informar”, atajó el ex jefe de Gobierno, y sonrió.

Salió del salón y caminó hacia el elevador, igual en medio de un mar de cámaras y micrófonos. En su andar se encontró con el que fue su candidato al gobierno de Veracruz, Cuitláhuac García.

Al llegar al estacionamiento, antes de subir al auto blanco que lo trajo, el acapulqueño Felix Salgado se le avalanzó en busca de una foto. Alguien le regaló un libro para colorear para su hijo menor... Y López Obrador se fue como candidato presidencial... a las 12:59 horas del domingo.

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