“Por vocación hice milagros con la beca que me daba mi facultad, pero no lo volvería a hacer”, asegura la , quien recibía mil 800 pesos al mes con los que se alimentó y pagó renta y transporte durante su servicio social en Ecatepec.

Siendo una persona con la vocación de brindar ayuda a los demás sin recibir nada a cambio, la hoy especialista en Ortopedia, aceptó la oferta. Sin embargo, no estaba preparada para lo que iba a vivir en la clínica de urgencias en la que le ofrecieron la oportunidad de ingreso.

Recuerda que cuando llegó a la colonia San Agustín, donde se ubica la Unidad de Medicina Familiar del IMSS 92, pensó que todo sería barato por la corta distancia hacia la clínica, pero no.

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“De entrada me gasté casi dos mil pesos en la renta porque busqué un cuarto en buenas condiciones. Ya sólo me restaban unos 400, que en mis cálculos me alcanzaban porque al hospital llegaba caminando y los gastos de comida serían solventados por mi papá”, dice.

La egresada de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos no contaba con que en la zona hay mucha delincuencia y pidió prestado a su papá un auto para trasladarse, porque fue asaltada.

“Mi papá es un médico general de la vieja escuela que si apenas comía en su guardia lo tomaba como un mérito. Entonces yo me hice la fuerte y no le conté nada pero, en secreto, con ayuda de mi mamá, solventé ese gasto”, cuenta a EL UNIVERSAL.

Entre pagos de gasolina, comida rápida, renta e insumos para sus pacientes Laura entró en una fuerte crisis de ansiedad que le hizo perder casi la mitad de su cabello por el miedo de no cumplir el estándar que se espera de un médico.

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